Antes de jugar, Brasil era campeón del panamericano y Argentina estaba eliminada del mundial de Montenegro, pero un “clásico” tiene motivaciones especiales, aquí y donde se juegue, sobretodo si es entre brasileños y argentinos. Es el partido que nadie quiere perder, es el compromiso que se juega con dientes apretados y que se disputa hasta el final con la mente puesta sólo en el triunfo.

Así las cosas, ninguno de los ingredientes con que llegaban al partido servían para restarle méritos a lo que sucedería en la cancha. Argentina estaba herida, es cierto, pero salió con todo en busca de la victoria. Los primeros minutos fueron muy parejos, con buenas defensas de ambos equipos y tratando siempre de salir rápido a terreno rival. Las diferencias se comenzaron a ver en favor de Brasil sobre los 17 minutos del primer tiempo, cuando se escapó con 4 goles y cerró ese período con ventaja de 16 a 10.

En la segunda fracción Brasil demostró porque era el campeón del certamen. En pocos minutos aumento la diferencia a 10 y de ahí en más ya el partido se hizo cuesta arriba para Argentina, que trataba y no podía, como le sucedió a lo largo de todo el campeonato. La brasileña, Gabriela Pessoa fue la mejor mano del partido con 11 goles. En las trasandinas destacó el trabajo de Karsten Elke que anotó en 5 oportunidades.

Brasil celebró el triunfo de manera efusiva el título, mientras que Argentina se retiró entre lágrimas, por la derrota y por no haber clasificado al mundial, algo que no sucedía desde el año 2003.