No cabe duda que el recuerdo del fallecido general Pinochet sigue generando polémicas y debates. No sólo por los años de dictadura, sino también por la fortuna que logró amasar durante ese periodo oscuro de nuestro país, y cuyo origen aún es un misterio.

Hay que reconocer que se generaron altas expectativas cuando se conoció que se daría lectura al testamento del extinto militar, pese a que despertaba dudas el detalle relacionado con la modificación de este documento durante el proceso por el Caso Riggs.

Pero el testamento sólo fue una nube de humo que trajo de nuevo a la palestra pública la figura de Pinochet, que a casi 5 años y medio de su muerte (diciembre de 2006) sigue generando controversias.

Mas allá de sus millones mal habidos, queda una herencia no escrita en documentos guardados por notarios. Una herencia que tardará años en ser erradicada de la sociedad chilena, y para qué decir de la política.

¿Se acuerda de uno de los gritos durante la “Revolución Pingüina” el 2006? “Y va a caer, y va a caer, la educación de Pinochet”…sonaba el estribillo lleno de verdad y clamor de justicia social.

La entrada de los capitalistas al negocio de la educación, y su derivación a las municipalidades para su administración, la convirtieron en una de las más caras del mundo, bajo un sistema que no considera alumnos sino clientes como consumidores de un producto.

Sin embargo, este último tema es sólo la punta del iceberg de un sistema económico neoliberal importado desde los Estados Unido por los “Chicago Boys”, cuya principal fuente de sustento es la Constitución de 1980, que nació en la más absoluta ilegitimidad amparada por el gobierno de facto de la época.

Pese a todo lo anterior, creo que el principal legado del general Pinochet se traduce en la violencia y la división que genera su recuerdo, el odio, la intolerancia, la falta de respeto por el hombre y sus libertares mínimas, el dolor y la impunidad del poderoso.

Según el informe Rettig y el Informe Valech, al menos unas 35.000 personas fueron detenidas, 28.000 de ellas sufrieron torturas, 2.279 fueron ejecutadas y 1.248 corresponden detenidos desaparecidos.

No nos gustan estos números, pero son quizá los únicos que realmente importan cuando hablamos de la herencia del dictador, especialmente porque los millones de dólares robados al pueblo chileno nunca serán más importantes que la pérdida de vidas humanas.

Y es que nada ni nadie puede justificar que se necesite de la tortura, secuestro, prisión, muerte y exilio, para recomponer un país que estaba dividido.

No estamos hablando ni del perdón ni del olvido, estamos hablando de justicia, esa que nunca llegó.