Al menos 11 desertores murieron el sábado en combates contra las tropas gubernamentales de Siria, donde se esperaba la llegada del nuevo jefe de la misión de observadores de la ONU, el general noruego Robert Mood.

Los combates coinciden con el anuncio por parte del ejército libanés de haber interceptado tres contenedores de armas procedentes de Libia y destinados a los insurgentes sirios. Esta cargamento incluía ametralladoras pesadas y obuses, según una fuente de seguridad libanesa.

Damasco y los servicios libaneses afirmaron en varias ocasiones que los rebeldes, que luchan por derrocar al régimen del presidente Bashar al Asad, recibían armas que entraban clandestinamente a través de Líbano.

Los combates en curso el sábado dejaron al menos 10 muertos entre los desertores en la región de Damasco, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), que también informó sobre enfrentamientos en los alrededores de un palacio presidencial cerca de Latakia, en la costa siria.

El viernes, el OSDH informó sobre la muerte de 19 personas en diferente episodios de violencia en todo el país, incluido 10 civiles, la mayoría alcanzados por balas de las fuerzas gubernamentales en las tradicionales manifestaciones semanales, que esta semana reunieron a decenas de miles de personas.

Las fuerzas del régimen dispararon contra los manifestantes pese al compromiso de Damasco de respetar el plan del emisario internacional Kofi Annan, que prevé el cese de la violencia, el regreso del ejército a los cuarteles, la liberación de los detenidos y el respeto del derecho a manifestarse.

El viernes, una explosión en Damasco, atribuida por las autoridades a “terroristas”, dejó 11 muertos y 28 heridos, según los medios oficiales.

Tal como en los anteriores atentados que dejaron decenas de muertos en Damasco y en Alepo (norte) desde diciembre, las autoridades prometieron “golpear con mano firme a los terroristas” causantes de la matanza.

El Consejo Nacional Sirio (CNS), principal coalición de la oposición, acusó por su parte el sábado al “régimen criminal” de estar detrás del atentado, un “acto criminal, que aspira a fragilizar todavía más la seguridad y la estabilidad en nuestro país y a aterrorizar a nuestro pueblo”.

Afirmando que el atentado del viernes tenía como objetivo “socavar el plan (Annan), ninguno de cuyos puntos se ha aplicado de momento”, el CNS también reclamó “una investigación internacional de urgencia” para determinar responsabilidades en el atentado.

Por su parte, Irán, aliado esencial de Asad en la región, culpó de los atentados en Damasco a “acciones terroristas” de países favorables al envío de armas a los rebeldes.

“Algunas partes consideran estar por encima de la ONU y del plan de su emisario y tratan de imponer su voluntad”, insistió el ministerio iraní de Asunto Exteriores, en referencia a los llamamiento de Catar y de Arabia Saudita de armar a la oposición de Asad.

Frente a las violaciones diarias del alto el fuego que entró en vigor el 12 de abril, la tarea del general Mood, que deberá gestionar la llegada de otros 100 miembros de la misión de aquí a un mes, sobre los 300 previstos en total, se anuncia complicada.

Una quincena de observadores de la ONU se encuentran actualmente en Siria. Según un portavoz de la ONU, Neeraj Singh, dos de ellos están ahora basado en Deraa (sur), cuna de la protesta, así como en Homs y en Hama, ciudades rebeldes del centro del país.

Pero la lentitud del proceso y las constantes violaciones del alto el fuego platean interrogantes sobre el interés de la misión. Según Amnistía Internacional, la violencia ha dejado al menos 362 muertos desde la llegada de los primeros observadores el 16 de abril.

Siria enfrenta desde marzo de 2011 un movimiento de protesta cada vez más militarizado frente a la represión del régimen. En 13 meses, han muerto más de 11.100 personas, según la OSDH.