Anders Behring Breivik, procesado por la matanza de 77 personas en Noruega, guardó el secreto el miércoles sobre sus contactos con otros extremistas nacionalistas que habrían conducido a la creación de los Caballeros Templarios, la organización mística a la que afirma pertenecer.

“Yo no deseo hablar sobre eso”, repitió Breivik en respuesta a las insistentes preguntas de la fiscal Inga Bejer Engh.

En su manifiesto de 1.500 páginas difundido el día de los ataques, el extremista de derecha de 33 años afirmó ser miembro de una red de militantes nacionalistas, los Caballeros Templarios, que habría sido fundada con otras tres personas en Londres en 2002.

La policía noruega no ha logrado jamás probar la existencia de esa red.

El miércoles, ante el tribunal de Oslo, Breivik explicó que entró en contacto “casualmente” en la red Internet con una persona en el extranjero en 2001, y que ese encuentro hizo nacer la idea de creación de los Caballeros Templarios.

También reafirmó haber viajado a Liberia para encontrarse con un militante nacionalista serbio, aunque se negó a ofrecer el nombre de ese militante y las razones del encuentro, limitándose a mencionar un proceso de selección.

“No quiero ofrecer informaciones susceptibles de conducir a detenciones suplementarias”, dijo.

Breivik apenas explicó que utilizó dos historias diferentes para justificar su viaje a Liberia, un país africano entonces destrozado por una guerra civil y que describió como “un agujero”.

A las autoridades liberianas, Breivik dijo que se encontraba en misión por la UNICEF, y para ello llenó una de sus valijas con folletos robados a la sede de esa entidad en Noruega.

A sus contactos africanos, explicó que se encontraba en un viaje de negocios ligado al comercio de diamantes.

Aunque el martes se mostró cooperativo con las preguntas relativas a su educación y su actividad profesional, cuando la acusación reforzó el camino del interrogatorio para aclarar cómo ocurrió su radicalización, Breivik declinó responder numerosas preguntas.

“Entiendo que usted desea quitarme legitimidad”, le dijo a Bejer Engh, quien -como la policía- desea conocer mejor la realidad del supuesto viaje a Liberia.

La mayoría de los familiares de víctimas se pronunció este miércoles en favor de que a Breivik le sea permitido hablar tanto tiempo como lo desee, aunque sea doloroso justificar su matanza.

“Él ha podido hablar a voluntad, y eso es importante para que la corte sepa quién es él verdaderamente, porqué y cómo se radicalizó para transformarse en un terrorista”, dijo a la AFP Trond Henry Blattmann, el presidente del grupo de apoyo a las familias de las 77 víctimas.

Uno de los abogados que representan a familiares, Christian Lundin, en cambio, criticó que a Breivik se le haya permitido leer el martes durante casi una hora y media, cuando tenía permitido apenas 30 minutos. “No era necesario escucharlo tanto tiempo”, dijo.

El 22 de julio de 2011, Breivik hizo estallar una poderosa bomba frente a una de las sedes del gobierno noruego (frente a las oficinas del Primer Ministro), provocando la muerte de ocho personas.

Poco más tarde, vestido de policía, disparó a mansalva durante más de una hora contra miembros de la juventud del partido socialdemócrata reunidos en un campamento de verano en la isla de Utoya, próxima de Oslo, matando otras 69 personas, en su mayoría adolescentes.

Breivik se declaró no culpable, aunque resta un enorme signo de interrogación sobre todo el proceso a raíz de su salud mental.

Si fuese considerado en julio como penalmente irresponsable, podría pasar el resto de la vida en un hospital psiquiátrico. Responsabilizado, deberá cumplir una pena de cárcel de 21 años prolongada indefinidamente mientras siga siendo considerado peligroso.