Un águila calva que acudió al centro de rehabilitación de vida salvaje Belinda Burwell el pasado mes, justo cuando la temporada de caza estaba a punto de terminar en Estados unidos, es apenas una sombra de lo que era.

El rígido y tambaleante pájaro se aferra a la vida pero muestra claros signos de envenenamiento, probablemente por escarbar en la basuras donde los cazadores dejaron restos de sus presas con plomo de las balas.

“No podía andar ni volar”, afirma Burwell. “Si trataba de moverse, se caía o tropezaba”.

Los grupos de defensa del medioambiente estiman que 20 millones de pájaros mueren al año en el mundo por comer pedazos de plomo en carcasas de animales. Muchos cazadores estadounidenses utilizan municiones de plomo que dejan 3.000 toneladas de fragmentos tóxicos en restos de caza o presas no reclamadas.

Los peligros del plomo se conocen desde hace décadas y ya se han tomado medidas para evitar su consumo en humanos al eliminarlos de la pintura, de la gasolina, de las tuberías, joyería para niños y otros objetos.

Al comienzo de 1990 en Estados Unidos se prohibió usar balas de plomo para matar a aves acuáticas porque los pájaros resultaban envenenados al ingerir los restos que caían en los canales fluviales y estanques.

Pero llevar esta restricción al ámbito de la caza en tierra pone al águila, el símbolo nacional de Estados Unidos, en el medio de una nueva batalla política que enfrenta los derechos de armas a la protección ambiental.

Por lado se encuentra el poderoso grupo estadounidense defensor de las armas, que considera que cualquier medida para regular la munición de plomo supondría una prohibición de la caza en todas sus formas, además de alzar los costos de las armas.

Por otro lado se encuentra el obstinado pero fatigado movimiento de protección de la vida salvaje, que está presionando a la Agencia de Protección el Medio Ambiente (EPA) para regular el uso de la munición de plomo con el fin de proteger a aves y a humanos del envenenamiento.

Ambos han adoptado al águila calva como un símbolo de sus esfuerzos.

“Esta es la distribución no regulada de plomo más amplia y extensa en el medioambiente”, afirma Jeff Miller, del Centro de Diversidad Biológica (CBD), que lucha para que las reglas federales estadounidenses exijan balas no tóxicas para la caza y los deportes de tiro.

“Sabemos que está alcanzando la cadena alimentaria. También sabemos que los humanos lo están ingiriendo y no hay un nivel que sea seguro para el cuerpo humano, por lo que es una cuestión de salud también”.

La organización sin fines de lucro Peregrine Fund de Idaho ha publicado en línea numerosos estudios que muestran que hasta el 10-15% de las águilas jóvenes mueren cada año por envenenamiento de plomo.

Si bien el águila calva no es una de las poblaciones en vías de extinción en Estados Unidos, otros pájaros que se alimentan de los restos como los cóndores de California, buitres, garzas y águilas doradas son algunas de las especies que están en mayor riesgo.

Un estudio del Departamento de Recursos Naturales de Minnesota demostró que una bala de plomo podría fragmentarse hasta en 141 pedazos, alcanzando hasta más de 35 centímetros de la herida, lo que sugiere que podría ser un peligro para los humanos que consumen carne de animales matados con plomo.

Sin embargo, los grupos defensores de las armas como la National Shooting Sports Foundation (NSSF) afirman que no hay una evidencia científica “sólida” que apoye la prohibición.

Para el NSSF la decisión esconde un intento de prohibir la caza.

La Asociación Nacional del Rifle instó al Congreso a “actuar para asegurar que esta restricción nunca tenga lugar”, afirmando que el esfuerzo está dirigido por “capturadores de armas disfrazados de amantes de la naturaleza”.

Un subcomité de la Cámara aprobó a finales de febrero una ley que impediría a la EPA actuar sobre la petición del CBD y algunos senadores con vínculos con deportistas están considerando lo mismo.

Burwell, que ha tratado a su águila durante tres semanas y está lista para ponerla en libertad el sábado, no se muestra optimista sobre el hecho de que la EPA actúe.

“Con la NRA presionando para evitar cualquier tipo de regulación, una decisión favorable a la vida natural nunca sucederá”, afirmó.

“Siempre depende de quien tiene más dinero. ¿No parece algunas veces que eso es lo que hace que ganen estas causas?”, concluyó.