Más que nunca, he escuchado mencionar la palabra tolerancia en Chile. Esto a raíz de la muerte del joven, Daniel Zamudio, quien por pensar y optar por una forma de vida que todos conocemos, fue brutalmente golpeado y asesinado.

Uno de los significados de ‘tolerancia’, es el respeto a las ideas, creencias o pensamientos que son diferentes a los de uno, respetando el de los demás, y a la vez, buscar la comprensión de este último.

Les aclaro que caeré, por necesidad, en la redundancia de la palabra ‘tolerancia’ y que demostraré con ejemplos reales, de cómo nuestra sociedad, en mayoría, no lo practica.

La práctica de este concepto es escasa en nuestra sociedad. En este caso, quiero hacer referencia a la chilena. Por ende, daré unos ejemplos claros, comunes y conocidos por la gente, tales como, los siguientes:

- Si uno critica al de la derecha, automáticamente es comunista, y si es de izquierda, de inmediato lo califican de fascista o pinochetista.

- Si choca una mujer, varios dirán que “mujer al volante, peligro al instante”.

- El cuico estigmatiza al que tiene menos de “flaite”, y éste le responde con que es “hueco” o “hijito de papá”.

- Al mayor de edad, que hace una fila en el banco y el guardia lo hace pasar primero, salta el de atrás alzando la voz criticando la acción mencionada.

Estos cuatro ejemplos, son tan comunes, que los vemos en nuestro diario vivir.

Pero hay formas de enseñar desde niño a ser tolerantes.

Una de ellas, depende de cómo se le educa en la casa. Si a ellos se les inculca desde pequeño a comprender y a aceptar lo que digan los demás, aunque piensen distinto, ya es bueno. Pero si escuchan a sus padres, todos los días criticando a medio mundo, el menor adopta esa conducta y la lleva a cabo en el colegio, en la universidad, en su vida cotidiana.

Otra forma de que desde pequeño conozcan el concepto de la tolerancia, es en el colegio. Digo esto, porque sería lo ideal, pero en Chile, es difícil llevarlo a cabo, porque existe una tremenda segregación en la educación. Esto es, en palabras claras, que las diferencias sociales entre un alumno de un colegio particular y uno público, la hacen notar el profesor, el apoderado y, por ende el alumno. Y, no me digan que no, porque más de alguna vez, escuché a uno, que ante un hecho de indisciplina de un compañero de curso, lo comparaba, en forma inmediata, con un estudiante de escuela estatal.

Insisto, mientras tengamos una segregación tan grande y una inequidad social tan amplia en la educación chilena, es muy difícil que eduquemos seres humanos tolerantes. Chile, según estudios respecto al tema, es uno de los países donde más se ve este tipo de situaciones.

Los políticos no están ajenos a la falta de tolerancia. Lo grafico con un hecho personal.

Hace semanas atrás, hice un artículo donde critiqué con fundamentos la mala atención en los consultorios y hospitales públicos del país. Tuvo una amplia aceptación de los lectores, pero también hubo críticas, las cuales las tolero, pero vi varias con insultos, que no me cabe dudas, provenían de algún trabajador de la salud, molesto con la realidad que ilustré.

La cosa es que hasta el propio Ministro de Salud, el señor Jaime Manalich, me bloqueó en Twitter. Aunque lo niegue, fue así. Lo extraño es que jamás le he escrito un mensaje, menos malas palabras o descalificaciones. Pero como son intocables, tomó esa actitud, que refleja, valga la redundancia, falta de tolerancia.

De paso ministro, para que se me enoje más, aprovecho de darle otros datos de las falencias que hay, en la atención de urgencia en hospitales y consultorios públicos.

Que un médico diga en el Hospital de Lota, que una enfermedad al oído no tiene tratamiento; que otro de un servicio de urgencia de una posta en Santiago, deje pacientes horas esperando ser atendidos, y ser descubierto, que estaba durmiendo; y que facultativos ocupen su horario de trabajo para ir a atender a pacientes particulares a clínicas privadas (para ganar más lucas), es inaceptable. Y si como a ellos, no se les puede decir nada y usted se enoja por mencionar este tipo de hechos, es falta de tolerancia.

Lo mismo digo frente a la Ley Antidiscriminación, que llevaba meses durmiendo en el Senado, y a causa del horroroso caso de Daniel Zamudio, se acuerden y le ponen suma urgencia. Pero ojalá que cuando se vote en la sala de la cámara alta, los intolerantes senadores de la UDI y RN, Ena Von Baer, Juan Antonio Coloma y Carlos Larraín, – por mencionar algunos que se opusieron en forma tenaz a aprobar esta ley – den explicaciones públicas de su proceder y no cuelguen de la tragedia del joven asesinado.

Otro parlamentario, que conoce poco la palabra tolerancia, es Alejandro Navarro, a quien grafico con el siguiente ejemplo. A minutos del fuerte sismo del domingo recién pasado, publicaba en su cuenta Twitter, con o sin razón, comentarios contra los organismos de emergencia, en forma desubicada, ya que no era el momento de politizar la situación.

Entonces, resumiendo, si quienes nos gobiernan, las autoridades o quienes nos enseñan y nos guían, los adultos o padres de familia, viven practicando la nula tolerancia en su diario vivir, ¿cómo se les enseña a quienes serán las futuras generaciones del país?. Si se sigue así, vamos directo a la pudrición como raza humana. En verdad estamos frente a una sociedad enferma, que aún puede sanarse.

Víctor Huidobro es periodista. Vive en Santiago y escribe regularmente en su blog, El Nada Serio. Tiene su cuenta de Twitter en @elnadaserio