De las 238 tumbas de soldados argentinos en el cementerio de Darwin, islas Malvinas, hay 123 sin nombre (NN) a casi 30 años del conflicto entre Argentina y el Reino Unido, y sus compañeros de armas reclaman su identificación.

“Lo peor que puede perder una persona es su identidad”, afirmó a AFP Ernesto Alonso, de la Comisión de Ex Combatientes de Islas Malvinas en La Plata, Argentina.

Alonso regresó tres veces a las islas tras la guerra y dijo que ver tantas tumbas con la placa “Soldado Argentino Solo Conocido por Dios” en Darwin llevó a que junto a sus compañeros iniciaran acciones judiciales en 2011 para resolver el tema.

“Esto es parte de un proceso que continuó de la dictadura militar (1976-1983, hasta 30.000 desaparecidos según organizaciones de derechos humanos). Nunca los militares se hicieron cargo de investigar para identificar a muchos de nuestros compañeros”, explicó.

El cementerio de Darwin, a unos 80 km al oeste de Puerto Argentino contrasta con el británico, mucho más pequeño con solamente 14 tumbas, ubicado unos kilómetros más al norte en San Carlos, donde todos los fallecidos están identificados.

Graham Didlick, un guía turístico de Darwin, explicó que “el conflicto por Malvinas fue el primero en que el gobierno británico permitió a los familiares retirar los cuerpos si así lo deseaban”. En total murieron 255 británicos en la guerra.

Entre las lápidas de piedra destaca el paracaidista M. Holman-Smith, muerto a los 19 años, y según relató Didlick, “muchos de sus familiares salieron ilesos de la segunda guerra mundial que duró poco más de cinco años y el murió en una guerra de 74 días”.

En el cementerio argentino las cruces de madera blancas deben pintarse una vez al año, tarea que lleva cabo Sebastián Socodo, 32, argentino residente en las Malvinas desde 2001, cuando huyó de la crisis financiera y recaló en Puerto Argentino gracias a una cuñada que vivía allí.

“Lo peor es lidiar con el clima porque es un área muy expuesta. Salgo de acá (Puerto Argentino) soleado y llego allá (Darwin) y está lloviendo y no se puede hacer absolutamente nada”, explicó a AFP quien se encarga del mantenimiento.

Las tumbas están adornadas con rosarios, crucifijos, cartas que dejan los familiares y flores. Siempre azotadas por el viento gélido que barre la colina con vista a una cadena montañosa denominada “Wickham Heights”.

Entre las tumbas hay una misiva enviada por Susana a su hermano Alberto Chávez a inicios de marzo donde le relata “que no pasa un día sin pensar en él” y que lo extraña.

Pero Susana pudo al menos pedirle a alguien que deje esa carta en la tumba de su hermano. Decenas de familiares no pueden hacerlo y nadie sabe en la actualidad quiénes están en esas 123 tumbas, qué hicieron, de qué provincias argentinas provienen, cómo fue su infancia o cuánto sufrieron antes de morir.

Y todo empeora según Alonso porque ni siquiera se puede estar seguro sobre las tumbas identificadas.

“Allí hay una cruz a nombre de Dante Pereira, pero nadie lo vio morir y nadie recuerda haberlo enterrado”.

La Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, que emplea a Socodo y fue la que construyó el monumento ubicado detrás de las cruces, donde se encuentran los nombres de los 649 argentinos que murieron en la guerra de Malvinas, en aire, mar y tierra, apoya la demanda judicial, pero tiene reservas.

César Trejo, integrante de la Comisión, dijo en Buenos Aires que antes que se realice cualquier actividad es necesario “que se consulte a todos los familiares, porque hay familias que no quieren la identificación porque saben que sus seres queridos están sepultados en Darwin”.

Trejo pidió que no se transforme todo en un “festival de huesos” y no descartó que sea un “intento de los británicos por remover los restos de los soldados caídos para trasladarlos al continente”.

Reconoció que algunos familiares temen que los cuerpos sean exhumados y luego repatriados aunque “no hay nada que repatriar porque están en su patria”.

Socodo prefirió no hablar sobre el tema: “es una pregunta para los padres de los fallecidos, no me corresponde opinar porque no tengo familiares enterrados allí”.

Quizá sea Alonso quien resumió mejor el significado de todo esto al pedir que en Argentina se deje “de dar tanto trabajo a Dios, nos tenemos que hacer cargo como sociedad de devolver nada más ni nada menos la identidad a aquellos que dieron la vida”.