Los enfermeros que confesaron haber asesinado al menos a 16 pacientes aprovechaban emergencias en los hospitales para sustraer drogas que luego usarían para cometer sus crímenes, revelaron el martes autoridades sanitarias de Uruguay.

El viceministro de Salud Pública Leonel Briozzo explicó en conferencia de prensa que en todos los centros sanitarios del país existe un registro y control del uso de medicamentos para cada paciente.

Pero “cuando sobrevienen instancias de emergencias -bastante comunes en un centro de cuidados intensivos-, como un paro cardiorrespiratorio o una hemorragia masiva- se instauran medidas inmediatas de reanimación (y) el contralor queda de lado frente a la importancia de dar medicación de inmediato para salvar la vida”, agregó.

“Esas ventanas en las cuales la atención en salud prima por sobre el control (…) eran ventanas que estos delincuentes con intencionalidad de hacer daño aprovecharon para adueñarse, según lo que dijo el juez, guardarlas y utilizarlas después en los procedimientos de asesinato que cometían”, reveló.

Según Briozzo, los controles “en términos genéricos de la medicación dada no fallaron. Lo que sí falló de alguna manera fue que había personas que en vez de estar reanimando gente estaban especulando cómo robar medicamentos para guardarlos y después dar muerte a otras personas”, enfatizó.

El caso de dos enfermeros procesados el domingo por la noche por el homicidio de al menos 16 pacientes y de una enfermera como cómplice horrorizó a la sociedad uruguaya y conmocionó al sector médico.

Once de los homicidios se produjeron en un CTI (Centro de Tratamiento Intensivo) neuroquirúrgico de la privada Asociación Española, una de las clínicas más grandes del país en la que trabajaban los tres acusados.

Los otros cinco fueron en una unidad de cuidados intermedios (cardiología) del estatal Hospital Maciel, donde también laboraba uno de los acusados.

Según fuentes judiciales, un imputado asesinaba inyectando aire por vía intravenosa, lo que provocaba una embolia pulmonar y paro cardíaco, mientras que el otro inyectaba anestésicos.

Si bien los enfermeros aparentemente tenían una relación de amistad, hasta ahora la justicia no ha comprobado que ejecutaran a sus víctimas en forma coordinada.