La revuelta en Siria contra el presidente Bashar al Asad cumple el jueves su primer aniversario con una escalada de la violencia entre los opositores y un régimen que reprime la revuelta reforzado por el bloqueo diplomático surgido de las divisiones internacionales.

Decenas de miles de personas manifestaron este jueves su apoyo Bashar al Asad, en Damasco, Alepo (norte) y otras ciudades del país.

Según la agencia oficial Sana “millones de sirios han desfilado desde la mañana (…) para decirle al mundo que el pueblo sirio escogió la unidad nacional y la estabilidad lejos de las injerencias y del dictado extranjero”.

Por su lado, los opositores al régimen convocaron varios días de manifestaciones en Siria y en el mundo para reclamar, una vez más, la partida de Asad. Algunas manifestaciones contrarias al régimen fueron dispersadas por las fuerzas de seguridad, según los Comités Locales de Coordinación (LCC) que coordinan la protesta en el terreno.

El régimen se rehúsa a reconocer la revuelta y la equipara a “terrorismo”. En un año de revuelta la violencia dejó más de 9.000 muertos, según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), en su mayoría civiles.

“Se trata del más trágico y el más incierto de los levantamientos árabes”, comenta en un informe Peter Harling, del International Crisis Group.

Mientras tanto, el régimen intensifica sus ofensivas militares en contra de los bastiones rebeldes, tras haber tomado el barrio de Baba Amr en Homs (centro) el 1 de marzo y la ciudad de Idleb (noroeste) el miércoles.

El jueves, cinco civiles murieron en la provincia de Idleb y los cuerpos de 23 personas con marcas de tortura fueron hallados en esta zona, según el OSDH.

Human Rights Watch (HRW) denunció una política de “tierras quemadas”. En Idleb, el ejército disparó “indiscriminadamente”, y procedió a “arrestos tras registrar casa por casa, saqueó domicilios e incendió viviendas”, según HRW que citó a testigos y dio un balance de al menos 114 civiles muertos en cuatro días de ofensiva.

En paralelo, unos 1.000 sirios, entre ellos un general del ejército, llegaron en las últimas 24 horas a Turquía, elevando a 14.700 la cantidad de refugiados en el país, según Ankara, que afirmó que Siria sembró minas en la frontera para impedir el paso de los refugiados.

La Media Luna Roja teme que la cantidad de refugiados que huyen de Siria por la represión del régimen de Damasco ascienda a 500.000 personas.

“(…) Existen diferentes escenarios que prevén una cifra que puede llegar hasta las 500.000″ personas, dijo el jefe de la Media Luna Roja turca, Ahmet Lüfti Akar, este jueves.

Según la ONU, más de 30.000 sirios que huían de la represión se refugiaron en el país vecino y unos 200.000 fueron desplazados en el interior del país, donde Amnistía Internacional denunció la “tortura sistemática” de los detenidos, a “un nivel jamás visto desde hacía años”.

Los llamamientos para poner fin a esta espiral de violencia son diarios. El jueves, 200 organizaciones de defensa de los derechos humanos exhortaron a la ONU y a Rusia, principal apoyo del régimen, a actuar para poner fin al derramamiento de sangre.

La comunidad internacional, que está dividida, se limita a condenar la muerte de civiles, sin esconder su reticencia a una intervención militar o al envío de armas a la rebelión.

El ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, estimó el jueves que entregar armas a la oposición suponía un riesgo de “guerra civil”.

Según analistas, la eventualidad de una guerra civil es utilizada por el régimen sirio como un espantapájaros para aferrarse al poder.

En Turquía, un “convoy de la libertad” compuesto por unos centenares de militantes, en su mayoría sirios, partió este jueves por la mañana de Gaziantep (sureste) para entregar ayuda humanitaria. No pudieron ingresar a Siria por lo que anunciaron que repartirían la ayuda entre los refugiados sirios.

A medida que pasaron los meses, las manifestaciones pacíficas quedaron eclipsadas por la militarización de la revuelta. Miles de militares disidentes, desertores, agrupados en el Ejército Sirio Libre (ESL), se alzaron en armas contra el régimen.

“Asad ha matado a tanta gente que merece una muerte peor que la de Gadafi”, quien murió a manos de los rebeldes después de ocho meses de conflicto armado en 2011, declaró a la AFP el número dos del ESL, Amar Al Wawi.

La oposición, que no está tan bien armada como el ejército sirio, también enfrenta divisiones internas. Tres responsables del Consejo Nacional Sirio dimitieron debido a su “ineficiencia” y “divergencias”.