La polémica por la construcción de un mall en Castro, en la isla de Chiloé, ha generado diversos comentarios en cuanto a su intervención en el paisaje isleño y sus efectos en la economía local.

No es necesario reducir todo a las normas, los decretos, los planos reguladores para saber cuando una cosa está bien y está mal. Un adefesio, una cosa horrorosa para una ciudad, un atentado a la estética es suficiente para ponerle un disco Pare. Es antiestético y antiético.

Compatibilizar inversión privada con respeto por el espacio público es posible. Pero se requiere que alguien medie, ponga límites. Para eso están las autoridades.

Cuando éstas, por presiones, dinero, cortoplacismo, o lo que sea, renuncian a ese rol y se convierten sólo en facilitadores de los negocios privados, no están cumpliendo con su tarea.

El comentario es de Nibaldo Mosciatti: