Con un importante material para crear una propuesta de arte tanto colectiva como individual, regresaron de la Antártica tres artistas magallánicos que protagonizaron una inédita expedición cultural a fines de enero. Los artistas plásticos Andrea Araneda y Mauricio Valencia, y la orfebre Marcela Alcaíno fueron seleccionados por el Consejo Regional de la Cultura y las Artes, mediante concurso público, para desarrollar una experiencia piloto que busca fortalecer la identidad antártica a través de diversas expresiones culturales.

Según explica Paola Vezzani, directora regional de esta entidad estatal, el objetivo central del Programa “Sello Región” es que este tipo de iniciativas se consolide. Y no sólo eso, sino que también se espera el compromiso de los sectores público y privado. Prueba de ello es que esta primera versión se llevó a cabo gracias a una alianza entre el mencionado organismo, el Instituto Antártico Chileno (INACH), la Armada y la Fuerza Aérea de Chile, y las empresas Antártica XXI y Aerovías Dap.

En la ruta, al paisajista Mauricio Valencia siempre se le vio con una actitud reflexiva e íntima. Él ha dedicado gran parte de su carrera a retratar la naturaleza de Magallanes. “Me interesa representar la belleza, estudiar las texturas, las diferentes atmósferas que se dan durante el día o las horas. En Magallanes tenemos algo muy característico: el silencio, el aire y el espacio, lo que es muy inspirador. En ese sentido, las posibilidades de contemplación son únicas. En la Antártica, pasa lo mismo”, comenta Valencia.

Tiene conciencia de que en Chile hay una suerte de “deuda” entre el arte y la Antártica. “El arte en la Antártica está por descubrirse. En el país falta mucho por desarrollar en cuanto a manifestaciones artísticas inspiradas en este paisaje impresionante”, agrega el pintor magallánico y espera colaborar para que más artistas tengan esta experiencia y existan más recursos para desarrollar el arte en estas latitudes.

Retrato de lo cotidiano

Un interés diferente posee la retratista Andrea Araneda. Con su cámara entrevistó y capturó los rostros de diferentes personajes. “Me interesa el paisaje humano. Me interesa el cotidiano. Las personas que tienen el temple para levantarse y acostarse en este lugar. Me atrae la existencia en este mundo y el ser humano tratando de llevar su vida”, acota.

Otra mirada es la que tiene Marcela Alcaíno, conocida por su destacado trabajo en orfebrería. En su obra se identifican claramente elementos de identidad cultural, desde la mitología Selknam hasta los reyes de la estepa patagónica: los guanacos. Sin embargo, según comenta, nunca ha trabajado con los pingüinos. Quizás llegó la hora.

Cabe destacar que tanto Araneda como Alcaíno y otros artistas regionales ya habían tenido contacto con la temática antártica gracias a una iniciativa del INACH de publicar sus trabajos en la portada de sus publicaciones, desde hace varios años.

El desafío colectivo

Todos desconocían que esta era la “primera expedición cultural a nivel regional”, en la que participaba un grupo de artistas casi como si fuera un “colectivo”. Se sorprendieron pero a la vez asumieron el compromiso de “acercar la Antártica” a los ciudadanos a través del arte. Y tienen el apoyo de la dirección regional del Consejo de la Cultura y las Artes. “Este proyecto piloto además de consolidar la relación de la cultura con el continente antártico, da cumplimiento al mandato del Consejo de Política Antártica y a los lineamientos de Estado que han sido impulsados por el gobierno del Presidente Sebastián Piñera, en los cuales a través de la cultura se irá sistemáticamente generando identidad antártica”, afirma Paola Vezzani.

El primer desafío ya lo tienen. Los resultados de esta expedición serán exhibidos durante el primer semestre en el Centro Cultural Estación Mapocho, en Santiago. La muestra, luego, se trasladará a Punta Arenas.

Al final del viaje las sensaciones fueron muchas. Todos, a su manera, dicen haber descubierto algo. Mauricio Valencia lo retrata como “un estado de tranquilidad, de contemplación, de conexión con el lugar, con lo más íntimo del ser humano, con el alma”. En tanto, para Andrea Araneda fue como volver al origen, a lo primitivo “como cuando el hombre estaba más conectado con el arte”. Finalmente, Marcela Alcaíno lo ve como un premio, un reconocimiento a la trayectoria y al esfuerzo que está detrás de cada cual y sus familias. Ahora viene el desafío de plasmarlo y contarlo a través del arte.

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Andrea Araneda

Andrea Araneda