Un pegadizo “samba de la paz” creado por un policía-músico de una favela de Rio unió en un desfile callejero a vecinos y uniformados, tras décadas de hostilidad mutua en esta comunidad controlada por el narcotráfico hasta su “pacificación” ocho meses atrás.

Ignorando el calor bochornoso, más de 250 habitantes y policías militares que ocupan la favela de Tuiuti, en las laderas de un morro de la zona norte de Rio, cantaron y bailaron juntos el sábado en el primer ‘bloco’ (carnaval callejero) que recorre en 13 años las calles de esta barriada de 22.000 personas.

“La intención del ‘samba de la paz’ es mostrar la aceptación de la policía por parte de la comunidad. El pueblo de Tuiuti y el de Mangueira, que es vecino, respiran samba y la música agradó”, explica a la AFP el soldado de la policía militar (PM) Igor Gomes, de 23 años, autor de la música y letra.

“Es Carnaval en Tuiuti/venga a sambar, a divertirse/este clima es muy legal/con inclusión cultural, seguridad social”, canta Gomes desde lo alto de un camión de sonido que recorre las callejuelas del morro, acompañado por su ‘cavaquinho’, una pequeña guitarra, mientras decenas de niños y adultos le siguen, bailando y repitiendo la letra.

“Hoy estoy vestido de civil, lo que queremos es divertirnos, somos todos ciudadanos”, dice Gomes, que también da clases de ‘cavaquinho’ y de coro a varios niños de la favela, como parte de los programas sociales que la llamada policía pacificadora (UPP) de la PM ofrece en coordinación con la Asociación de Moradores de Tuiuti.

Otra PM, Monica Rodrigues, de 30 años y cabello negro larguísimo, ha cambiado el uniforme por un short minúsculo de jean y una musculosa de lentejuelas para convertirse en la “reina de la batería (percusión)”. Samba sin parar frente a una quincena de percusionistas, y sólo interrumpe la fiesta para sacarse fotos con sus admiradores.

Otros de sus colegas sudan bajo sus pesados chalecos antibalas mientras suben y bajan las calles del morro vigilando la fiesta. Una niña se acerca a ofrecerles un refresco, que aceptan gustosos.

El PM Rodrigo Souza, de 30 años, asegura que la huelga de policías y bomberos decretada el viernes en Rio “tuvo poca adhesión”. “Hoy todo el mundo vino a trabajar aquí”, añade, mientras levanta su boina de fieltro negro y se seca el sudor.

No siempre las relaciones entre habitantes y policías fueron tan amistosas: al día siguiente de la instalación de la UPP en noviembre, hombres que intentaban escapar de Tuiuti en un coche robado, atacaron a disparos a los efectivos y dos personas fueron heridas.

“El bloco transforma la imagen de la policía. Muchos pensaban antes que la policía no tenía nada que hacer aquí. Pero ahora algunos moradores comienzan a estar a favor de la UPP. Hay más seguridad; ya no se ven hombres portando armas por las calles, cuando antes pululaban con fusiles y ametralladoras”, cuenta Marcial Rodrigues Lopes, de 43 años, que trabaja con su moto como repartidor.

Un niño -ajeno a la fiesta- remonta una cometa en lo más alto del morro, en una plazoleta con vista panorámica de Rio y que tiene su propio mini Cristo Redentor.

Otros pequeños corren y bailan entre músicos, policías, fiesteros y curiosos que salen de sus casas para ver el espectáculo, y se lanzan entre risas bajo una ducha abierta instalada en plena calle, empapándose con gusto.

Tras la llegada de la policía a la favela, “los niños pueden jugar afuera, pasear, correr por aquí, la gente puede quedarse hasta tarde en la calle sin miedo”, se congratula Edir Dias, una empleada doméstica de 64 años.

“A la hora de la fiesta, de la alegría, todo el mundo es igual. El samba une a la gente”, afirma el policía Rodrigo Souza.

Más de 1,5 millones de personas viven en unas 1.000 favelas en Rio, cerca de un tercio de la población total. En 2008, el gobierno inició una campaña para pacificar varias de estas comunidades controladas por narcotraficantes y milicias paramilitares, empezando a cambiar la imagen de la ciudad, antes del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.