Un medicamento contra el cáncer tuvo un notable éxito en la reversión de la enfermedad de Alzheimer en ratones, un avance esperanzador en la lucha contra la demencia incurable en seres humanos, dijeron el jueves investigadores estadounidenses.

Los ratones tratados con este fármaco, conocido como bexaroteno, se volvieron rápidamente más inteligentes y la placa en el cerebro que causaba la enfermedad de Alzheimer comenzó a desaparecer en apenas unas horas, indicó la investigación publicada en la revista Science.

“Estábamos conmocionados y sorprendidos”, dijo a la AFP el autor principal Gary Landreth, profesor de neurociencias de la Universidad Case Western Reserve en Ohio (norte).

“Nunca, nunca antes se habían visto cosas como éstas”, dijo.

La droga funciona al aumentar los niveles de una proteína, la apolipoproteína E (ApoE), que ayuda a remover la acumulación de la placa amiloide en el cerebro, una característica clave de la enfermedad de Alzheimer.

“Piensen en un triturador de basura”, dijo Landreth.

“Cuando somos jóvenes y sanos, todos, básicamente, podemos deshacernos de éste (amiloide) y degradarlo y molerlo en pequeños trozos y eliminarlo”.

“Muchos de nosotros no seremos capaces de hacerlo tan eficientemente a medida que envejecemos. Y esto se asocia con el deterioro mental o deterioro cognitivo”, agregó.

Seis horas después de que los ratones recibieran el fármaco, que funciona a través del hígado para estimular los receptores retinoides X (RXR), incentivando así la producción de ApoE en el cerebro, los niveles de amiloide soluble descendieron en un 25%, hasta alcanzar una reducción de 75%.

El efecto duró hasta tres días, indicó el estudio.

Poco después de tomar la droga, los ratones comenzaron a realizar mejor las pruebas, demostrando que podían recordar cosas de nuevo, que eran más sociables y que recuperaban el sentido del olfato, el cual normalmente se pierde en la enfermedad de Alzheimer.

Además, a diferencia de los ratones normales, los ratones con Alzheimer no suelen construir sus nidos si se le da un pañuelo de papel en su jaula, como si se hubieran olvidado de asociar un trozo de papel con la oportunidad de hacer su nido.

Pero 72 horas después del tratamiento, los ratones con Alzheimer comenzaron a construir nidos de nuevo.

“No eran grandes nidos, pero eran nidos”, añadió Landreth, lo que sugiere que si el medicamento llegase a funcionar en humanos podría estar mejor dirigido a las personas que se encuentren en las primeras etapas de la enfermedad.

Los investigadores dijeron que se están diseñando los ensayos clínicos en humanos, cuyos primeros resultados podrían estar listos el próximo año.

El bexaroteno fue producido originalmente por Ligand Pharmaceuticals, con sede en Estados Unidos, bajo la marca Targretin. Fue aprobado por la agencia de alimentos y medicamentos de Estados Unidos, la FDA, en 1999 como tratamiento para el linfoma cutáneo de células T, un cáncer poco común del sistema inmunológico que se manifiesta en la piel y el hígado.

En 2006, el gigante farmacéutico japonés Eisai compró los derechos en todo el mundo. Actualmente el bexaroteno está disponible en 26 países de Europa, Norteamérica y Sudamérica.

Scott Turner, director del Centro Médico del Programa de Trastornos de la Memoria de la Universidad de Georgetown, que no participó en la investigación, valoró positivamente los resultados, aunque advirtió de la necesidad de realizar más investigación.

“Un (posible) obstáculo es que los ratones podrían no ser un buen modelo para la enfermedad de Alzheimer. Muchas cosas que funcionan en ratones fallan por completo cuando las probamos en humanos”, advirtió.

Los efectos secundarios típicos del bexaroteno incluyen diarrea, mareos, náuseas, sequedad de la piel y problemas para dormir. No debe ser administrado a embarazadas porque puede causar defectos en el feto.

El Alzheimer y otras formas de demencia afligen a 35,6 millones de personas en todo el mundo, y se prevé que casi el doble sufrirán esta enfermedad en 2030, según datos de la organización Enfermedad de Alzheimer Internacional (ADI), que estima los costos anuales globales de la enfermedad en 604.000 millones de dólares.