Diego Maradona, con su particular forma de expresarse, invocaba ciertos sucesos relacionados con el fútbol o no como un designio de Dios. Pero empleaba estos términos: ” ¡…y, pasó el Barba y aportó lo suyo…!”.

Sin ánimo de copiar una manera casi irreverente de ejemplificar situaciones podríamos decir que algo milagroso sucedió en los últimos 18/19 años con el tenis chileno. La aparición de un fenómeno técnico y mediático como Marcelo Ríos abrió la ruta para que 6 años después de su coronación como el mejor junior del mundo (1993), irrumpieran, primero Nicolás Massú y luego Fernando González. Entre 1993 y 2000 entonces, Ríos aún mantenía vigencia, Massú y Fernando ya estaban circulando por el circuito de la ATP con una final entre ellos incluída, como fue la de Orlando en arcilla justamente en el 2000.

Marcelo Ríos comenzó su declinación un año después, Massú y Fernando siguieron creciendo y en 2002, el viñamarino dio el gran golpe: ganó en forma espectacular el abierto de la República Argentina derrotando en una épica final al cordobés Agustín Calleri.

Dos años después, ya sin Ríos, los dos escribieron la página más notable hasta hoy para el deporte de Chile con todas las medallas que ganaron en Atenas 2004. Lo demás es historia muy conocida. Ambos fueron permanentes animadores del tour de la ATP, González pasó a liderar como chileno el mejor nivel entre ambos. Toda la información, todo el esfuerzo de los medios en entregar noticias sobre el tenis se centraba en la actividad de los dos jugadores. Pero muy pocos miraban hacia adentro, o hacia atrás, en todo caso, para avizorar quien o quienes podrían convertirse en el o los milagros del tenis chileno…

Los años pasaron e inexorablemente se fueron consumiendo los mejores y más espectaculares momentos de Massú y González. ¿Relevos? Poco y nada… Algún atisbo de Capdeville, irrupciones de Aguilar y Hormazábal nunca concretadas. Buenos instantes como juveniles de Cristóbal Saavedra y Guillermo Rivera todavía no asentados en el profesionalismo…

Hoy, cuando la temporada 2012 ya ha dado comienzo, cuando faltan muy pocos días para que se inicie el Abierto de Australia, todo pasa por lo que podrán concretar en cancha Novak Djokovic, Rafael Nadal, Roger Federer, Andy Murray (quien hizo regresar a un grande como Ivan Lendl al circuito, en este caso como su entrenador) Juan Martín del Potro y Jo-Wilfired Tsongá, entre otros y a poco más de tres semanas del comienzo del ATP de Viña del Mar, apenas se habla de los jugadores chilenos, que no estarán en la cita de Melborune (no habrá ningún representante de este país en el cuadro principal de 128 jugadores del primer certamen del Gran Slam del año, tampoco en la clasificación).

Y con ciertas dificultades para participar en el certamen de Viña del Mar, ya que para que el mismo cuente al menos con dos jugadores locales, la organización debió entregar dos invitaciones (wild cards) a Fernando González y a Paul Capdeville. Sus niveles, sus ránkings hoy, no respaldan el ingreso directo al main draw.

Y el certamen viñamarino necesita la participación de representantes locales… Más si se tiene en cuenta que Nicolás Massú está muy lejos de aquellos días de gloria de la década pasada, está girando entre el puesto 450/460 del escalafón internacional y los organizadores no lo cuentan como un as de espadas para encantar al público de la quinta región con la presencia de uno de los suyos.

Fernando González y Nicolás Massú suelen entrenar juntos en un club de Vitacura. Lo hacen sobre arcilla porque para ellos la temporada comenzará sobre esa superficie. Es decir en tres semanas más. González, se ha dicho, lo hará en el ATP de Chile. Nicolás tendrá que esperar hasta horas antes del inicio de ese certamen para saber si recibe la última invitación disponible o decididamente regresa al nivel de los Challengers, certámenes en los que tampoco le es tan fácil ingresar.

Esto es lo que hay. Pasaron los momentos de gloria, no hubo inversión en trabajos formativos aprovechando aquellos días de medallas, victorias y títulos. Y hasta ahora, no ha llegado la ayuda divina, esa a la que suele recurrir Maradona…