Con la caída de las temperaturas en el noreste de Japón, devastado por un sismo y un tsunami gigante en marzo, miles de sobrevivientes, albergados en refugios temporales, se preparan para enfrentar un largo y glacial invierno.

Muchos habitantes perdieron su hogar cuando las olas de varios metros de altura asolaron la costa nipona el 11 de marzo, dejando tras de sí unos 20.000 muertos y desaparecidos y destruyendo todo lo que encontraban a su paso.

En el puerto de Ishinomaki, una de las ciudades costeras más afectadas por la catástrofe, más de la mitad de sus 61.000 casas desaparecieron o quedaron gravemente dañadas con el tsunami.

Desde que se iniciaron las tareas de reconstrucción, las autoridades municipales han edificado más de 7.000 viviendas temporales, que acogen actualmente a unas 6.800 familias.

Estas casas prefabricadas disponen de calefacción y tatamis (tapices de paja), están bien aisladas y hasta tienen retretes cuyo asiento se calienta, explica a la AFP un responsable local.

Mientras, otras 6.500 familias se han mudado a pisos alquilados por la municipalidad. Pero miles personas no han tenido la misma suerte.

Los responsables de Ishinomaki admiten no saber cómo van a pasar el invierno más de 20.000 familias, bajo la nieve y con temperaturas bajo cero de diciembre a febrero.

“Seguramente deben vivir con familiares cerca de aquí, o tal vez han regresado a sus casas si no estaban muy dañadas”, dijo uno de ellos, “pero no sabemos mucho sobre este tema”, reconoce.

Hideko Kamiyama y su familia han vivido confinados durante meses en el primer piso de su casa de madera, a la espera de que los obreros limpiaran y repararan la planta baja destruida por un torrente de barro.

“Nuestra casa quedó prácticamente destruida por la catástrofe, pero muchos voluntarios y carpinteros han trabajado duro para repararla”, dice esta mujer, mientras ajustaba su abrigo para combatir el frío.

“Nuestro hogar está reparado al 80% y nos han dado calefacciones y alfombras”, precisa.

“Hay voluntarios que me han dado cataplasmas que podemos colocarnos en la espalda para calentarnos. Creo que podremos soportar el invierno, aunque haga mucho frío”, cuenta por su parte la señora Kamiyama.

Los sobrevivientes que fueron colocados en casas prefabricadas no se quejan de su situación, pero esperan que pronto les ofrezcan una solución permanente.

La municipalidad calcula que estos hogares temporales se usen durante dos años, pero Ishio Abe, que vive desde mayo en un espacio de tres habitaciones con cinco familiares, se pregunta si este tiempo será suficiente.

“Nos han dado una sartén y alfombras eléctricas. Creo que estamos preparados de momento, pero no tengo trabajo y me pregunto qué voy a hacer”, confiesa.

Yoshinori Sato, que trabaja en Ishinomaki, asegura que las autoridades trabajan duro, sabiendo que la normalidad no llegará hasta que los vecinos se sientan de nuevo seguros para afrontar el futuro.

“La reconstrucción de casas requiere tiempo, pero no sabemos cuánto exactamente”, afirma.