El Monterrey mexicano, un club acostumbrado a un papel secundario en las competiciones internacionales, disputa su primer Mundial de Clubes, con el objetivo de coronar sus mejores años con el título más importante de su historia.

A pesar de que esta temporada quedó sólo undécimo en el Apertura, fuera de los ‘playoffs’ por el título que se están disputando en el país azteca, el equipo de Nuevo León ha acumulado grandes éxitos en las últimas temporadas, principalmente la Liga de Campeones de la Concacaf en este 2011.

Ese éxito continental es su llave para este Mundial y es además el único para el Monterrey, que anteriormente sólo había logrado levantar el trofeo en citas internacionales menores, como la Recopa de la Concacaf de 1993.

En su palmarés nacional, en 69 temporadas en la élite de su país, sólo ha conseguido proclamase campeón en cuatro ocasiones, en el campeonato de México en 1986 y en el Clausura de 2003 y los Aperturas de 2009 y 2010, estos dos últimos confirmando al equipo entre los grandes del país.

Esos buenos resultados, con hombres como el chileno Humberto Suazo o los argentinos Neri Cardozo y José María Basanta, o el local Aldo De Nigris, han situado al club en el mapa del fútbol mundial e incluso han permitido fichajes importantes, como el del también argentino César Delgado, del Lyon francés.

En el pasado, el equipo contó con otros jugadores importantes, como el brasileño Mario De Souza Mota, que logró un récord de 90 goles con el equipo, o el internacional mexicano nacido en Argentina Guillermo Franco, actualmente en el Vélez Sarsfield del país albiceleste.

Las alegrías de los últimos años consiguieron saldar varias deudas históricas de un equipo que tuvo unos inicios difíciles.

Fue fundado en el contexto incierto de la Segunda Guerra Mundial, en una ciudad en la que el béisbol era el deporte rey y en la que se disputó un campeonato de fútbol aficionado, que puso la semilla del club, fundado oficialmente en 1945.

En sus primeras semanas vivió su mayor tragedia: en una parada para repostar camino de Guadalajara, el autobús del equipo se incendió con jugadores durmiendo dentro.

El costarricense Enrique Lizano moriría tres meses después a los 28 años y poco después lo haría Leonardo Vidal. Otros integrantes de aquel grupo no podrían volver a jugar tras el incendio o lo harían aún con secuelas por las quemaduras.

En los cincuenta el equipo iría dejando atrás poco a poco aquella tragedia y el club se asentó durante décadas como un equipo modesto, que fue escalando categorías y ganando prestigio, hasta que los noventa le permitieron empezar a tutear a los grandes.

Si los últimos años han constituido un nuevo salto cualitativo, el reto ahora será dar a México su primera final del Mundial de Clubes e incluso hacer historia con un título para la historia.