El casino de la ciudad mexicana de Monterrey (norte) incendiado el 25 de agosto por un comando con un saldo de 52 personas muertas contaba con las medidas de seguridad necesarias para evacuar el inmueble en caso de fuego, dijo el martes el gobierno.

“La gente no pudo salvarse porque fueron rociados aproximadamente 200 litros de gasolina (…) si se hubiera tratado de un incendio normal provocado por un cortocircuito o por un cigarro, las condiciones de seguridad hubieran sido suficientes para que los clientes pudieran salir”, dijo Adrián de la Garza, procurador de Justicia del estado de Nuevo León, al que pertenece Monterrey.

Una de las sobrevivientes, que perdió a su hijo en el ataque, Samara Pérez, consideró como “indignante” el resultado de las investigaciones dado a conocer por el fiscal de Nuevo León.

“Puedo corroborar (…) que no había forma de salir, que las puertas de seguridad estaban bloqueadas”, dijo Pérez a la Milenio TV.

De acuerdo con el peritaje, el Casino Royale tenía ocho puertas de emergencia: dos en el sótano, cuatro en la planta baja, dos en la azotea y todas estaban en buen estado y habilitadas, además de 40 extintores de fuego correctamente señalizados y las alfombras y muebles contaban con químicos para retardar el fuego.

La única anomalía detectada fue que algunos de los letreros de salida no eran visibles desde 360 grados, hecho que no fue considerado grave, explicó el funcionario.

Una veintena de personas fueron detenidas por el ataque –perpetrado al parecer porque el dueño se negó a pagar una extorsión– al casino de Monterrey –950 km al norte de México–.

La mayoría han sido identificados como miembros del cártel de los Zetas, formado en los años ’90 por militares desertores del Ejército mexicano y que libran una sangrienta disputa con sus ex aliados del cartel del Golfo.

El secuestro y la extorsión son otras formas de ingreso usadas por los narcotraficantes mexicanos.