Ecuador festeja uno de sus eventos populares más importantes del año, tal vez el mayor. Se trata de la sangrienta feria taurina ‘Jesús del Gran Poder’, tradición que se extiende por nueve días hasta toparse con el 6 de diciembre, fecha en que se conmemora la fundación de Quito. ¿Qué sucede con ésto? El asesinato del animal en el ruedo fue prohibido mediante una consulta vinculante en mayo pasado. Algunos celebran la iniciativa, otros ya extrañan el carmesí sobre la arena.

Precisamente el 7 de mayo pasado fue el día exacto en que Ecuador celebró un referéndum que modificaría la constitución vigente en el país. Constaba de 10 preguntas, y la octava consultaba lo siguiente: ¿Está usted de acuerdo que en el cantón de su domicilio se prohíban los espectáculos que tengan como finalidad dar muerte al animal? La respuesta en 127 de los 221 cantones ecuatorianos fue sí.

Pese a que la resolución parece ineludible, es un secreto a voces que el toro caerá muerto de una u otra forma en la feria taurina, puesto que si bien está prohibido perpetrarle la ‘estocada final’ dentro del estadio, morirá desangrado tras los burladeros o será sacrificado en los chiqueros de la plaza, si es que logra desplazarse tras el espectáculo.

Más allá de las definiciones estipuladas en las disposiciones legales, aparece en medio de esta festividad la contraposición de la conciencia animalista con las milenarias tradiciones populares. Ambas visiones parecen irreconciliables, puesto que, mientras la primera valora al animal como ser vivo, la segunda lo considera un objeto a merced del ‘deporte’.

Veremos si el pueblo quiteño castiga o vitorea la medida, que para muchos es el primer paso hacia la abolición absoluta de la tauromaquia en Ecuador.