Este lunes se conocieron extractos de una carta que el brigadier (r) de la DINA Miguel Krassnoff envió a propósito del homenaje realizado en el Club Providencia, donde se presentó una reedición del libro “Miguel Krassnoff, Prisionero por servir a Chile”, de la historiadora Gisela Silva Encina.

En la oportunidad, se dio lectura a una misiva que el propio Krassnoff envió, cuyo extracto publicó El Dínamo, y en donde el ex militar se refiere a sus actuales condiciones en el Penal Cordillera donde se encuentra recluido acusado de delitos vinculados a la violación de derechos humanos durante el régimen militar.

Al respecto, Krassnoff asegura que “no me han llevado las autoridades a la cárcel, sino a un verdadero campo de prisioneros políticos. Allí enfrento un encierro inexplicable, junto a un determinado número de Soldados entre los cuales – a la época de los hechos que constituyen las espurias acusaciones de inexistentes presuntos ilícitos- éramos jóvenes uniformados subalternos como últimos eslabones de una larga y compleja cadena de mandos”.

Por otro lado, el otrora integrante de la DINA asegura que “mis subalternos, mis camaradas y yo, que enfrentamos por ello gravísimas consecuencias personales -al igual que nuestras inocentes familias- actuamos en los sucesos de 1973 y años inmediatamente posteriores conforme a órdenes, instrucciones, organización, métodos y preparaciones que nos habían sido concedidas e inculcadas por el propio Estado y sus autoridades políticas nacionales”.

Incluso, niega que se tratara de un “golpe de estado” lo sucedido el 11 de septiembre de 1973, pues a su juicio “fue, legítima e institucionalmente una Intervención Militar exigida por el clamor de todo su pueblo y avalada por dos de los Poderes más importantes que constituyen la organización administrativa de la Nación”.

“Nuestras instituciones permanentes de la República, jamás han sido “golpistas” ni mucho menos “gorilas”, como peyorativamente se han denominado a los golpes de estado ocurridos en muchos países de nuestro continente. Luego, en Chile, el 11 de Septiembre de 1973, no ocurrió un “Golpe”; fue, legítima e institucionalmente una Intervención Militar exigida por el clamor de todo su pueblo y avalada por dos de los Poderes más importantes que constituyen la organización administrativa de la Nación: El Poder Legislativo y el Poder Judicial”.

Según el condenado militar “está jurídica y legalmente mil veces comprobada mi inocencia, y la de mis subalternos, de los cargos que me han formulado (…) Lamentablemente, determinados Jueces, amenazados y/o presionados por los gobiernos posteriores al Gobierno Militar, han transgredido las leyes y no han respetado ni el espíritu ni la letra de estas leyes, procediendo a procesarme y a encarcelarme, basándose -repito- exclusivamente en los antecedentes que los propios extremistas les han proporcionado”.

Además, el retirado brigadier fustigó lo que denominó “el mundo al revés”, pues sentenció que “en Chile terroristas y violentistas confesos: libres, con amplia tribuna comunicacional y reconocidos oficialmente como “víctimas” o como “empresas”.

Por último, agradeció a quienes asistieron al polémico acto, quienes fueron atacados por manifestantes en las afueras del Club Providencia, que derivó en la intervención de Fuerzas Especiales de Carabineros.