La presidenta Cristina Fernández, reelegida hace tres semanas, enfrenta una crisis de confianza en la moneda argentina y multiplica medidas sin poner freno a la demanda de dólares, la caída de las reservas del Banco Central y la fuga de capitales.

La autoridad monetaria lleva perdidos más de 6.000 millones de dólares en reservas en lo que va del año, entre otras cosas a causa de retiros de depósitos bancarios en billetes verdes, pese a haberse atenuado esta semana la compra de divisas por empresas y ahorristas.

“La salida de capitales se debió a múltiples causas, como un aumento en la aversión al riesgo y un menor flujo de fondos hacia mercados emergentes”, dijo el Instituto Argentino de Ejecutivos de Finanzas (IAEF), que nuclea a los financistas de las compañías, en un informe suministrado a la AFP.

Pero el IAEF advirtió que también hay motivos domésticos para el fenómeno, como “la percepcion de ‘dólar barato’ (por apreciación del peso) y tasas de interés relativamente bajas”, entre otras, “en una sociedad que ahorra en dólares desde hace muchas décadas”.

La corrida hacia la moneda estadounidense se había iniciado meses antes de las elecciones del 23 de octubre y ni siquiera dio tregua frente al triunfo categórico de Fernández con un 54% de los votos.

“La mayor demanda de dólares tiene que ver con un comportamiento que es regional y mundial. Argentina viene teniendo salida de capitales desde hace tres o cuatro años. El efecto electoral fue indistinto, no influyó”, afirmó el magnate y mecenas Eduardo Costantini, líder del holding constructor Consultatio.

La fuga de capitales fue calculada para este año por el Banco Ciudad (municipal) en unos 22.000 millones de dólares, cerca del récord de unos 23.000 millones registrado en 2008, año de un grave conflicto entre Fernández y las patronales agrarias y la crisis de las hipotecas subprime.

La reacción de la presidenta, a menos de un mes de iniciar su segundo mandato de 4 años, fue lanzar una dura batería de controles fiscales a la compra de dólares e intervenir en el mercado negro de divisas, además de obligar a petroleras y mineras a liquidar exportaciones, entre otras medidas.

“Mi interpretación es que hay un intento de forzar una modificación del tipo de cambio y testear la capacidad de gobernabilidad”, analizó José Sbatella, jefe de la gubernamental Unidad de Información Financiera (UIF).

A fuerza de administrar el tipo de cambio a toda costa, el Banco Central sostiene una cotización de 4,29 pesos por dólar, con una devaluación en el año de 6,5%, cuando la inflación medida por el Congreso se sitúa en 23% interanual.

Esta fuerte diferencia entre las tasas de devaluación e inflación es la que llevó a consultoras económicas a evaluar que hay atraso cambiario, pese a que el Gobierno hizo de la depreciación del peso uno de los pilares de la competitividad externa y la reactivación económica.

“Al menor crecimiento en EEUU, se agravó la crisis del euro anticipando recesión en Europa, y para Argentina se suma un menor crecimiento de Brasil, con devaluación de su moneda y un menor precio de la soja”, estimó Ramiro Castiñeira, jefe de la firma Econométrica.

La soja y otros productos agrícolas representaron este año para Argentina ingresos por unos 30.000 millones de dólares y engrosaron reservas del Banco Central que tuvieron un nivel récord de 52.000 millones de dólares en febrero pasado, pero ahora bajaron a 46.000 millones.

“Se incrementa la posibilidad de una devaluación como variable de ajuste, más aún si empeora el contexto internacional (…) y esto lleva al sector privado a querer cubrirse del potencial impacto local”, dijo Castiñeira.

La economía sigue creciendo a un ritmo medio de 8% anual desde 2003, pero la tensión cambiaria instaló cierto temor en la sociedad a que se produzca una desaceleración.

“El dólar es un fetiche para los argentinos. Pero no hay que encender luces rojas”, afirmó el economista Ricardo Delgado, de la consultora Analytica.

Aldo Ferrer, uno de los economistas del Grupo Fénix que inspiró la política de Fernández, afirmó que “los controles sobre el dólar son legítimos, pero tienen que ser sencillos y focalizados para alcanzar el objetivo sin crear dificultades que irritan a todo el mundo”.

“Esta situación se va a aclarar porque Argentina está sólida y hay reservas”, dijo Ferrer.

La esperanza del Gobierno es impedir que cunda el pánico hasta que en los primeros meses de 2012 pasen por la ventanilla del Banco Central los suculentos dólares de las exportaciones agrícolas.