Hace quince años, una pequeña empresa familiar recuperó las reservas de un viejo té en un restaurante de Hong Kong que había cerrado. El valor de la mercancía se ha multiplicado desde entonces 10.000 veces y la familia Lam ha cosechado éxito con un té muy especial.

Esta bebida, denominada “pu erh”, es un té negro secado y fermentado, cuyo sabor se vuelve suave al envejecer. Su historia remonta a entre 1.000 y 2.000 años y los agricultores de la provincia china de Yunnan (suroeste) guardan celosamente el secreto de su cultivo.

En los últimos veinte años, los precios del viejo pu erh se han disparado. China ha potenciado su redescubrimiento y el cultivo de este té de lujo, un producto que a veces se compara con un gran vino y es fuente de orgullo nacional.

“Es como magia”, declara a la AFP el director de la empresa Lam, Sam Lam, al hablar de la subida del precio.

“Puede sentir el gusto que deja en el paladar, su suavidad”, dice mientras prepara la bebida según el ritual chino. El agua hirviendo se vierte en las hojas en una tetera minúscula, y después en todas las tazas. El primer agua se tira porque ha servido para “lavar” las hojas.

El té se vende en forma de galletas compactas, envueltas en un papel con el nombre del “grasn crudo”.

El padre de Sam Lam, Lam Kie Yuen, se lanzó en el comercio del té después de su llegada a Hong Kong en 1949, cuando huyó de la China continental asolada por la guerra.

Pero el mercado de pu erh de lujo sólo explotó en los años 90. Una versión de baja gama de este té existe y se vende en los restaurantes a bajo precio, explicó.

Los Lam venden actualmente té que data de los años 1930 a 1950 por un precio que puede alcanzar los 200.000 dólares de Hong Kong (18.700 euros) la galleta de 345 gramos. Lo había recuperado en pequeños puestos de la calle que cerraban.

“El crecimiento cayó durante la crisis económica” de 2008 “pero sigue funcionando bien”, indica Sam Lam. “Como los precios suben, la gente compra cada vez menos para beberlo y cada vez más como inversión o para coleccionar”.

En el barrio de Mong Kok de Hong Kong, jóvenes elegantes escuchan con atención las palabras del maestro de té, Eliza Liu, en un comercio tranquilo y refinado.

“Es como una droga. Soy totalmente adicto”, confesó Ngan Kan Shing, un estudiante de 21 años. “Al descubrir el té, tengo la impresión de haber aprendido sobre China”.

El grupo examina el color de la bebida en cada taza antes de olerlo y beberlo de un sorbo, en un silencio respetuoso, mientras que el profesor explica las virtudes del té añejo.

Cultivado antes de la llegada de los pesticidas y secado naturalmente – y no en un cuarto caliente como es el caso ahora- la bebida tiene un color más pálido y un gusto más untuoso que el té “normal”.

“El buen té se cultiva a gran altura y depende del clima”, subraya Eliza Liu. “En Yunnan, dicen que un arbusto de té puede conocer las cuatro estaciones en un solo día”.

Según el diario estatal Global Times, un lote de pu erh se vendió en 2002 a 250 dólares estadounidenses el gramo.

Pero al maestro de té y al profesor que le ha formado Yip Man, estas cifras no les dan ni frío ni calor.

“El té posee una filosofía, centrada en la salud. El té se ha convertido en un producto muy comercial pero un té barato puede ser tan bueno” como un té de lujo, asegura Yip Man. Se trata de la “armonía, de reunir a la gente, de la paz interior”.

La subida de los precios del pu erh se explica también por la pequeña oferta. Pero los escépticos dicen que los que se han gastado fortunas para adquirir galletas pueden perder sus inversiones, ya que están surgiendo nuevas modas. Los ricos chinos han empezado a apasionarse por el Phoenix Oolong, otro té “precioso”.