Perú está a la expectativa de la respuesta del vicepresidente Omar Chehade después que Ollanta Humala le exhortara el domingo por televisión a renunciar para defenderse de una acusación de tráfico de influencias, en un escándalo que está dañando al gobierno.

Chehade permanecía en silencio este lunes y en su domicilio decenas de periodistas hacían guardia a la espera de una declaración para saber si renunciará, tal como le recomendó el presidente Humala en una entrevista televisiva.

El vocero en el Congreso de la alianza oficialista Gana Perú, Freddy Otárola, alimentó la expectativa periodística al señalar que “entre hoy y mañana (entre el lunes y el martes) Chehade decidirá si da un paso al costado”.

“La demora en conocer una respuesta de Chehade está dañando severamente la imagen del gobierno”, dijo a la AFP el analista político Mario Ghibellini, columnista de la revista Somos.

“Creo que el pedido (del presidente) es tardío aunque no inútil”, agregó Ghibellini, para quien “ha habido de parte de Humala una actitud ambigua, indecisa, desde que estalló el escándalo en octubre”.

En la otra orilla, el analista político Augusto Álvarez Rodrich, quien escribe en el diario La República, dijo a la AFP que “Humala ha ido manejando bien los tiempos de este caso, tomando distancia de manera gradual de su vicepresidente, pidiendo al Congreso acelerar su trabajo de investigación”.

“Es bueno recordar que el presidente Humala no tiene la potestad de despedir a su vicepresidente y que es sólo el Congreso el que puede eventualmente destituirlo”, resaltó Álvarez.

Humala pidió el domingo a Chehade que se aleje por propia voluntad de su cargo para asumir su defensa ante las acusaciones de un general retirado de la policía de que le pidió la intervención de la fureza en un conflicto por unas tierras que está en manos de la justicia.

“Creemos que lo mejor sería que dé un paso al costado, pero eso tiene que nacer de él”, dijo el mandatario en su mensaje televisivo.

“Me parece positivo que el presidente Humala se anime a decir lo que piensa, como también que diga que éste es un asunto que Chehade debe evaluar. Es una decisión estrictamente personal”, declaró a periodistas la ministra de la Mujer, Aída García Naranjo.

La funcionaria subrayó que la permanencia de Chehade “afecta la imagen anticorrupción del gobierno y por eso, la comisión de Ética (del Congreso) debería acelerar el proceso de evaluación de este caso”.

Por su parte, la ex candidata presidencial Keiko Fujimori dijo que le hubiera gustado “ver al presidente más firme en torno a la crisis que generó Omar Chehade”.

“¿Qué pasa si Chehade decide no renunciar? ¿Lo vamos a tener de vicepresidente cinco años más?”, se preguntó.

La actitud de Chehade de aferrarse al cargo “es un desangramiento inútil, una hemorragia costosa. Cuánto más se demore el control de daños, será mayor”, remató Ghibellini.

Humala, un ex militar de 49 años y nacionalista de izquierda que asumió la presidencia el 28 de julio pasado, justificó el domingo el no haber pedido a Chehade su renuncia porque dijo ser respetuoso de las investigaciones en marcha y no poder adelantar juicios.

Chehade está sometido a investigaciones en la Fiscalía de la Nación y en dos comisiones del Congreso por presuntamente expresar interés -ante unos altos oficiales de la policía a los que había invitado a una cena- en desalojar a los trabajadores de una cooperativa azucarera para entregarla al poderoso grupo empresarial Wong.

El vicepresidente de Humala se hizo conocido en 2007 cuando integró la procuraduría anticorrupción que impulsó la extradición desde Chile del ex presidente Alberto Fujimori (2000-2010). Desde entonces empezó una carrera política.