Temas como la guerra en Libia, la crisis de la deuda griega o el caso de Dominique Strauss-Kahn demostraron que el exceso de noticias puede conducir a la saturación, como señala una insólita muestra en el Museo de la Comunicación de Berna, que propone un tratamiento contra el mal.

A la entrada de la exposición, que podrá ser visitada hasta el 12 de julio de 2012, el visitante descubre en una sala semioscura unos 12.000 libros amontonados en estanterías, simbolizando la cantidad de datos que recibe a diario cada habitante de la Tierra.

“En principio, la comunicación es algo importante, algo placentero, pero actualmente hay un exceso de información”, explicó a la AFP la directora del Museo de la Comunicación, Jacqueline Strauss.

“Se puede comparar a la alimentación. Podemos comer demasiado, comer siempre lo mismo (…) esto es dañino, pero si tenemos una alimentación equilibrada es algo placentero”, argumentó.

Según expertos de la universidad de Berna que han participado en la exposición, un ser humano puede leer un máximo de 350 páginas diarias si sólo se dedica a ello en toda la jornada.

El volumen de información que recibe actualmente cada persona, a través de internet, el correo electrónico, el teléfono, la prensa, la radio y la televisión, representa unos 7.355 gigas, el equivalente a miles de millones de libros.

Ante este flujo de información “algunas personas enferman” y pueden llegar a padecer lo que en psicología se conoce como el síndrome de “burnout”, según Strauss.

Por ello, en la exposición se ha creado una “clínica” para evitar esta situación y, sobre todo, que el visitante tome consciencia.

A través de un televisor ubicado a la entrada de la clínica, una mujer dice: “La publicidad inunda nuestros buzones, los ‘spams’ obstruyen nuestro correo electrónico, el cable nos propone 200 canales de televisión”. “¿Está usted estresado, desbordado, hecho polvo?”, pregunta.

Si el visitante responde afirmativamente se le invita a pasar a una “sala de chequeo” donde responderá a un cuestionario que determinará su Índice Personal de Comunicación (IPC).

Con este índice en mano, el visitante inicia una recorrido siguiendo a una docena de “preparadores” que le indican qué puerta tomar. Una verde para el que no tiene problemas. A la puerta amarilla se dirigen los que sufren algunas molestias por el flujo de información y dan acceso a espacios de consejos donde, por ejemplo, se enseña a seleccionar los correos.

Para los realmente “enfermos” hay dos tipos de tratamientos intensivos: una puerta roja da paso a una “sala de meditación”, donde el visitante se instala sobre cojines negros, una luz roja le obliga a cerrar los ojos y una voz femenina le invita a relajarse.

Una sala naranja, llamada “fórmula balanza”, propone una vuelta por la naturaleza, con sus muros de madera y el suelo de piedras. El visitante puede también escuchar el ruido de un riachuelo o el cantar de los pájaros.

Al final del circuito, un distribuidor automático entrega al visitante un medicamento, la “Comucaína”, cuyo prospecto resume los principales consejos dados en la exposición.

Para los más intoxicados, la clínica ofrece un servicio en línea en la web www.facebook.com/svanbelkom.