Con 41 años, el empresario derechista Manuel Baldizón, acusado por sus detractores de engreído, tránsfuga ideológico y sospechoso de tener lazos con el narcotráfico, busca convertirse el domingo próximo en el presidente más joven en la historia de Guatemala.

Ni su populismo ni los fuertes ataques de que ha sido blanco le impidieron ser el segundo candidato más votado en la primera vuelta, el 11 de setiembre pasado, y disputar la presidencia el próximo domingo ante el también derechista general retirado Otto Pérez, favorito en las encuestas.

Tras la primera vuelta, Baldizón logró aglutinar a 13 organizaciones políticas que quedaron fuera de contienda, entre ellas la de la luchadora por los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz Rigoberta Menchú, quien le dio su adhesión pese a la promesa del político de restablecer la pena de muerte.

Esta habilidad del joven político hace pensar a algunos analistas que no se debe descartar de antemano la posibilidad de que un sorpresivo triunfo desmienta a los sondeos.

Con un doctorado en derecho obtenido en la universidad chilena de Valparaíso, Baldizón ingresó a la política como diputado hace ocho años, siendo electo por su pueblo natal, en el norteño departamento de Petén, bunker de los cárteles de la droga.

Sus millonarias campañas electorales y su fulgurante ascenso empresarial, le ha valido acusaciones nunca probadas sobre supuestos nexos con el narcotráfico, las que él se cuidó de desmentir mientras aceleraba su ascenso en las encuestas con la promesa de revivir la pena de muerte para controlar el crimen.

Con sus anteojos inconfundibles de los que nunca se despoja, Baldizón no pierde oportunidad de espetarle a su interlocutor de turno que él es un “doctor”.

Tránsfuga ideológico, empezó en la política con el derechista Partido de Avanzada Nacional en 2003, pero en 2007 fue reelegido diputado por la socialdemócrata Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), que llevó a Alvaro Colom a la presidencia.

Era un secreto a voces que Baldizón aspiraba a la candidatura presidencial oficialista, pero cuando fue claro que la UNE se inclinaba por la postulación de la primera dama, Sandra Torres, Baldizón rompió con el partido y con 10 diputados se marchó a formar su agrupación personal, bautizada Lider (Libertad Democrática Renovada).

La palabra líder también aparece en el título de su autobiografía, “El Líder de una nueva Generación”, en el que afirma que sus iniciativas en los negocios ya generaron 25.000 empleos.

Baldizón, el hombre que usa lujosos trajes a rayas y lleva bordadas sus iniciales en los puños de las camisas, goza incluso del privilegio de que se le haya erigido una estatua en vida en su pueblo natal, Santa Elena, en la que aparece marchando rodeado de ancianos.

Pese a todas las críticas de que ha sido objeto, sus detractores no pueden ocultar el hecho de que ha sido un diputado muy trabajador, que en su paso de ocho años por el Congreso presentó 25 iniciativas de ley, incluida una para la protección de los ancianos, que él considera su mayor logro.

Hábil para los mensajes de impacto, no sólo prometió aplicar la pena de muerte, sino también una serie de medidas de corte populista, como el pago de un décimoquinto salario anual a los trabajadores o clasificar a la selección nacional a un mundial de fútbol.

También promete, con cierta vaguedad, que para combatir al narcotráfico creará una nueva fuerza de seguridad que reemplace a la actual Policía, aunque nunca aclara de dónde saldrá el dinero para este u otros proyectos, en un país que tiene una de las cargas tributarias más bajas del continente y un empresariado que se niega a aumentar sus contribuciones.

El político, nacido el 6 de mayo de 1970, padre de dos hijos, siempre pone por delante su fe en “Dios, la Iglesia, los mandamientos y el orden divino”, e inmediatamente detrás su pasión por el fútbol y la popular música de marimba.