La cumbre del G20 en Cannes podría suponer un giro histórico en la economía mundial con países emergentes de Asia y América Latina aportando su ayuda financiera a Europa, a través del Fondo Monetario Internacional.

Fue necesaria una crisis financiera mundial seguida inmediatamente por una crisis de la deuda pública en Europa para que la eurozona, segunda economía del planeta si se le toma como una unidad, solicitara formalmente la ayuda de países menos ricos que ella.

Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) sañalaron estas últimas semanas su interés en participar en la recuperación de las finanzas de los países europeos en dificultades en los mercados de la deuda.

La situación es grave para una zona en la que se halla más de un tercio de los Estados con calificaciones “AAA” del mundo (Alemania, Austria, Finlandia, Francia, Luxemburgo, Holanda), es decir, los considerados financieramente más sólidos por las agencias calificadoras.

Los potenciales financiadores han acumulado años de crecimiento. Brasil terminó de devolver hace apenas cinco años el mayor crédito concedido por el FMI (26.000 millones de dólares), acordado en 2002 y aumentado en 2003. Y Rusia, que se declaró en cesación de pagos en 1998, canceló sus últimas obligaciones ante el Fondo en 2005.

Son estos países los que ahora quieren darle una mano a Italia, un miembro del G7, o a España, para evitar su propia crisis de la deuda.

Que Occidente haga un llamado semejante a los países emergentes “es una primicia en la historia moderna”, destaca Daniel Bradlow, profesor sudafricano de derecho en la American University de Washington, interrogado por la AFP.

Las modalidades de esa ayuda constituirían un delicado compromiso entre las exigencias de los países emergentes, que confían en la experiencia y el marco jurídico del FMI, las de Estados Unidos, que no quiere que el organismo multilateral invierta sus recursos, y las de Europa, que espera un rápido dispositivo funcional.

Según una fuente cercana a las negociaciones, los BRICS alimentarían un organismo especial creado por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) en el seno del FMI que aún hay que concebir. Ese organismo especial podría comprar o incitar a comprar la deuda y así aliviar las tensiones en los mercados.

Los jefes de Estado y de gobierno del G20 tienen una oportunidad para discutir sobre las contrapartidas que obtendrán los prestamistas.

Brasil, por ejemplo, ofrece aumentar su contribución permanente al FMI, lo que le permitiría aumentar sus derechos de voto en el organismo. Esto pasa por un procedimiento fastidioso enmarcado por los estatutos.

China, que de todos los países que integran los BRICS es el que tiene más recursos, permanece discreto sobre sus intenciones.

Tal y como está la situación, es difícil discernir lo que los países emergentes podrían ganar en el FMI.

“Desde un punto de vista formal, no obtienen nada. Desde un punto de vista informal, supongo que debe haber negociaciones sobre una compensación en términos de puestos de alta jerarquía y otras cosas”, explicó Bradlow.

Pero según Bessma Momani, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Waterloo (Canada, Ontario, sureste), los emergentes tendrán el dominio a mediano plazo.

“La limitación que enfrentará el FMI en el futuro es su financiamiento, que deberá provenir de países excedentarios en flujos de capitales. El FMI deberá hacer grandes reformas”, estimó.