La Eurozona celebrará otra cumbre la próxima semana con el fin de dar más tiempo a Alemania y Francia para resolver diferencias sobre el fondo de rescate europeo, convertido en el arma principal para salir de la crisis y evitar un contagio ante una quiebra de Grecia.

“Habrá otra cumbre la semana próxima” dijo este jueves Volker Kauder, líder del grupo parlamentario de la canciller alemana Angela Merkel, tres días antes de la cita de la Eurozona del domingo, en la que los 17 dirigentes europeos dar una respuesta contundente ante la cumbre del G-20 el 3 y 4 de noviembre.

Pero no lo lograron. Al menos no de momento. Una fuente del gobierno alemán afirmó poco antes que la cumbre del domingo no debería desembocar, en el estadio actual de las discusiones, en ningún acuerdo definitivo sobre el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF).

Y ese el acuerdo que están esperando los mercados. Ahora todas las expectativas se trasladan a la semana próxima, probablemente antes del miércoles.

En las últimas horas, Alemania y Francia intensificaron las negociaciones e incluso el presidente Nicolás Sarkozy viajó a Fráncfort para reunirse con la canciller alemana, mientras la primera dama Carla Bruni estaba en una clínica parisina, donde dio a luz a una niña.

En Bruselas, fuentes europeas hablaron de “diferencias técnicas”.

Tras el aval que recibió de los 17 países de la Eurozona, el FEEF se ha convertido en la clave para salir de la crisis y el desafío es cómo aumentar su capacidad de intervención.

Sobre todo porque dotado de una capacidad de préstamo de 440.000 millones de euros, el FEEF no dispone de un respaldo suficiente para evitar un contagio de la crisis, recapitalizar la banca europea en dificultades y socorrer a grandes economías como Italia o España.

La idea sería “multiplicar” su capacidad hasta entre 1 billón y dos billones de euros. Francia pretende darle al fondo una especie de licencia bancaria, con lo que podría obtener crédito del Banco Central Europeo (BCE). Pero a esto se opone Alemania aduciendo que lo impide el reglamento de la entidad bancaria europea.

Berlín prioriza una segunda opción: que el FEEF dé garantías a los tenedores de deuda, haciéndose cargo de entre un 20 a 30% de las pérdidas si un país entra en default, lo que a su vez impulsará a los inversores a comprar bonos de países en dificultades.

De esta forma, el FEEF, actuando como una compañía de seguros, multiplicaría su capacidad hasta los dos billones de euros, sin pedir más garantías a los estados europeos.

Las discrepancias no se limitan al fondo. Además, la Eurozona debe alcanzar un consenso sobre quién debe hacerse cargo de la inyección de capital en los bancos y cuánto deberá pagar el sector privado para ayudar a Grecia.

Cada día que pasa aumentan las posibilidades de una moratoria de Atenas. Pero una suspensión de pagos transferiría parte de los costes del endeudamiento griego a sus acreedores.

En este caso Francia, cuya banca es la más expuesta a la deuda griega, espera una quita lo más baja posible para el sector privado (bancos y fondos de inversión) mientras que Alemania se inclina por aumentarla.

En la cumbre del 21 de julio, los dirigentes europeos se comprometieron a entregar a Atenas una nueva ayuda de 109.000 millones de euros. El sector privado contribuyó con unos 50.000 millones de euros, basados en una quita del 21% de la deuda griega.

Una fuente europea confió que se considera una quita (haircut) de un 50%.

Para evitar un colapso financiero, Europa se dispone a inyectar capital en los bancos.

Francia hubiera deseado que fuera el FEEF el que se hiciera cargo de la recapitalización bancaria, y no poner en riesgo su máxima nota AAA, mientras que Alemania, mayor contribuyente del fondo, cree que cada país debe hacerse cargo de sus agujeros.