La crisis presupuestal estadounidense amenaza con provocar drásticos cortes en el gigantesco presupuesto del Pentágono y generar cambios estratégicos en defensa, lo cual hace temer al ejército ser la principal víctima de este plan.

Luego de haberse casi duplicado desde 2001, el presupuesto del Pentágono debería llegar a 553.000 millones de dólares en 2012, a los cuales hay que agregar 118.000 millones para las operaciones de combate en Irak y Afganistán, según las previsiones realizadas en febrero pasado por la Casa Blanca.

Un plan de reducción del déficit adoptado posteriormente recorta el presupuesto militar en alrededor de 450.000 millones de dólares en 10 años.

Para el jefe del estado mayor del ejército, el general Ray Odierno, esas economías son realizables “pero no son simples; se trata de recortes que van a tener un impacto sobre todos los servicios (Aire, Marina, Ejército y cuerpo de marines), pero particularmente sobre el ejército de tierra”, dijo.

El problema es que contadores y estrategas del Pentágono no pueden aún determinar con precisión cuales programas de armamentos habrá que recortar ni cuantos militares habrá que retirar del servicio: las reducciones suplementarias, que podrían elevarse a 600.000 millones de dólares, no pueden ser excluidas por el Pentágono, ya que una comisión bipartidista del Congreso está encargada de identificar nuevas economías de aquí a fines de noviembre.

Que haya que reducir 450.000 millones o un billón de dólares, obligará a tomar “opciones difíciles”, advirtió el secretario adjunto de Defensa, William Lynn, poco antes de dejar sus funciones la semana pasada.

“Podemos reducir nuestra presencia en ciertas partes del mundo manteniéndonos o extendernos a otras zonas. Podemos servirnos de la tecnología para tener un ejército más pequeño y más ágil, pero deberemos modificar nuestra estrategia y definir nuestras misiones esenciales”, señaló.

Pasando de 480.000 soldados en activo en 2001 a 570.000 actualmente, el ejército estadounidense pasará sin duda bajo la barrera de los 520.000 hombres tras los retiros previstos de Irak a fines de 2011 y de Afganistán a fines de 2014, precisó el lunes el general Odierno, quien no descartó que haya que ir más lejos aún.

Para David Barno, un ex general actualmente analista del Centro por una nueva seguridad estadounidense (CNAS), un grupo de reflexión con base en Washington, el ejército de tierra es la variable de ajuste más simple.

“Reducir las fuerzas terrestres hará correr menos riesgos que el anular los programas de modernización de la aviación o de la marina porque es más rápido reconstruir las fuerzas terrestres que adquirir aviones o buques suplementarios unas vez que se hayan cerrado las líneas de producción”, explicó en un reporte.

Más aún cuando, pese al aumento del presupuesto de defensa desde 2001, la marina dispone de menos buques y la aviación de menos aviones que hace 10 años y el material es más obsoleto, según un estudio de la Red para la seguridad nacional, otro grupo de reflexión.

Los recortes que se producirán deberán ser acompañados de una reflexión sobre las prioridades estratégicas de Estados Unidos y las amenazas potenciales futuras, según el general Barno, que apunta especialmente a China y la región del océano Pacífico.

Hace falta entonces desarrollar, según él, la capacidad de dar golpes aéreos a larga distancia, los drones (aviones sin piloto), tecnologías furtivas y mantener la capacidad naval y aérea del país. Todo ello en detrimento de la presencia en Europa, donde están estacionados actualmente 43.000 soldados, especialmente en Alemania e Italia.

“Para algunos, el futuro se parece más a ‘Transformer’ que a ‘Salvar al soldado Ryan’”, ironizó el secretario del ejército de tierra, John McHugh, al comparar la futura situación con dos filmes de acción bélica.

Pero “ningún conflicto mayor se ha ganado jamás sin tener soldados en tierra”, advirtió.