Seis semanas después de la caída del régimen de Muamar Gadafi, los jóvenes libios se muestran eufóricos por haberse desembarazado del “tirano”, pero al mismo tiempo expresan sus temores ante un prolongado vacío de poder que corre el riesgo de quebrar el impulso de su revolución.

“Tener un gobierno es nuestra principal preocupación. Una vez haya sido nombrado un gobierno, tendremos leyes después de los años de jungla del sistema Gadafi, podremos sentirnos en seguridad y la economía podrá despegar nuevamente”, explica Walid Mohamed Béchir Darwich, de 19 años.

El joven participa en una fiesta en honor de los “revolucionarios” en la Escuela Americana de Trípoli, un establecimiento reservado a los hijos de las familias pudientes en el barrio de Gargarech, en el oeste de Trípoli.

Una inmensa bandera con los colores de “Libia libre” fue pintada en la pared. Un combatiente rebelde vigila la entrada. El ambiente es festivo y todos parecen muy contentos tras la partida del “dictador”.

Sin embargo ante un periodo de transición que dura demasiado surgen inquietudes ante la inmensidad de la tarea para construir un Estado de derecho tras 42 años de arbitrariedad.

“Asistimos ya a pugnas intestinas por el poder, todo el mundo quiere un cargo”, explica el joven estudiante de medicina. La formación del gobierno de transición cristaliza las tensiones regionalistas, así como entre los liberales e islamistas, y también las rivalidades tribales.

Después de varias semanas de intensas negociaciones, el Consejo Nacional de Transición (CNT), el nuevo poder libio, anunció el lunes que prolongaba las funciones del ejecutivo provisional, casi sin cambios, aplazando la formación de un gobierno de transición hasta la proclamación de la “liberación” del país.

“Estamos ante una carrera de obstáculos que va a durar años”, estima Sogia El Harezzi, de 24 años.

“También están las mentalidades que no van a cambiar tan rápidamente como lo desearíamos” en un país afectado por el favoritismo y cuyos cerebros han sido anestesiados por el miedo, añade. Por el contrario, confía en la voluntad de los libios para bloquearle el camino a los islamistas.

“Libia practica un islam liberal, las mujeres conducen, trabajan y el uso del velo no es obligatorio”, aun cuando la gran mayoría se cubre la cabeza, añade.

“Los libios no autorizarán jamás a los islamistas a controlar el país, y si fuese el caso, los detendríamos. Una vez el gobierno haya sido formado, todo será perfecto”, dice por su parte una profesora de geografía de 45 años que pide no ser identificada.

La formación de un gobierno, opina esta canadiense-egipcia casada con un libio, es urgente para evitar dejar el terreno libre a los islamistas.

“Si hay un vacío, el extremismo llegará del exterior, sembrarán sus malas semillas que proliferarán, y si no atrapan a Gadafi rápidamente éste se las ingeniará para hacer entrar esas malas semillas en el país”, teme.