Argentina revela con la megamuestra Tecnópolis, visitada hasta ahora por más de 3 millones de personas, una nueva política que busca reactivar las carreras científicas para recuperar el poder industrial de mediados del siglo pasado.

“Tecnópolis es la expresión de un cambio cultural y político que pone a la ciencia y a la tecnología en un lugar clave como motor del desarrollo productivo y social”, dijo Lino Barañao, titular del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva creado en 2007.

Barañao afirmó además que la megamuestra debe servir para despertar el interés de los jóvenes por la ciencia, en un encuentro con corresponsales extranjeros en la exposición.

Tecnópolis convocó en poco más de 60 días a tres millones de personas que recorrieron las 50 hectáreas de la muestra ubicada en Villa Martelli (periferia norte), entre ellas contingentes de alumnos de escuelas primarias y secundarias de todo el país.

Uno de los pabellones más visitandos es el denominado “Orgullo nacional: industria y trabajo argentinos”, donde hay un espacio para recordar a Siam Di Tella, la empresa metalmecánica que en los ’60 fue la más grande de América Latina con casi 15.000 empleados y cuya historia es una parábola del esplendor y el ocaso industrial del país.

Símbolos de la producción nacional como las heladeras Siam y el automóvil Di Tella, vuelan sobre las cabezas de los visitantes en un impactante homenaje del grupo teatral FuerzaBruta, que recrea el de la Fiesta del Bicentenario de 2010 en las calles porteñas.

Otro lugar muy visitado es el de los “Hielos argentinos”, que advierte sobre el cambio climático y los deshielos en la Antártida y en los glaciares de la Patagonia, una gran reserva de agua dulce del planeta.

“¡Ahhhhhhh, me estoy mojando!”, exclama un niño de unos seis años en un gran salón de una casa que asemeja las que se construyen en las bases antárticas argentinas y se pintan de un naranja rabioso por fuera.

El lugar está a oscuras y con bajas temperaturas y el visitante observa sobre una pared la imagen de un glaciar que casi imperceptiblemente se va resquebrajando con el correr de los segundos.

El fenómeno termina con colosales pedazos de hielo cayendo al mar en medio de un rugido que recrea el sonido ambiente original y una llovizna que sorprende a los visitantes y es bienvenida por los más pequeños.

Barañao insiste en la necesidad de que cada vez más jóvenes se vuelquen a las carreras científicas y recuerda que por año en la Universidad de Buenos Aires se gradúan sólo 14 ingenieros electrónicos, 33 licenciados en Física, 20 en Matemática, 30 en Computación y 44 en Química.

La situación se agrava además por la fuga de cerebros de las últimas décadas y que el gobierno intenta revertir con el “Plan Raíces” que permitió desde 2003 la repatriación de 800 científicos.

“Quiero aterrizar en Córdoba”, dice Alejandra Toledo, una cordobesa de 17 años, frente al simulador de vuelo del stand de la estatal Aerolíneas Argentinas, que asemeja un avión a escala real.

“Estoy volando. No lo puedo creer. Se me vaaaaa para la derecha”, grita entre risas, mientras intenta lograr la estabilidad de la nave, en uno de los desafíos más requeridos por los jóvenes.

Otras muestras de mucho impacto son la reproducción a escala real del lanzador de cohetes Tronador, los originales de aviones caza a propulsión Pulqui de los ’50, el ciclo del combustible atómico, los juegos con robots y los esqueletos y réplicas a escala real de dinosaurios.

La muestra, concebida para el Bicentenario pero que será permanente a partir de 2012, forma parte del Plan de Divulgación de la Ciencia que incluye las inauguraciones este mes del Canal Tecnópolis y el Polo Científico-tecnológico, que tendrá representaciones de Alemania, Francia, Italia y Holanda.

El área de Ciencia y Técnica tuvo un importante impulso desde 2003, lapso en el cual se quintuplicó su presupuesto hasta 1.500 millones de dólares.

Las ‘avenidas’ de Tecnópolis llevan los nombres de tres premios Nóbel de Argentina: César Milstein (Fisiología y Medicina/1984), Luis Federico Leloir (Química/1970) y Bernardo Houssay (Medicina/1947).