Una desgarradora despedida compartió el comentarista Ricarte Soto, compañero de trabajo de Felipe Camiroaga, Roberto Bruce, Carolina Gatica, Sylvia Slier y el camarógrafo Rodrigo Cabezón, todos parte del equipo de “Buenos días a todos” quienes fallecieron en el accidente aéreo de Juan Fernández.

En su espacio oficial de Facebook, el panelista estable del matinal de TVN colgó una breve carta a su equipo, donde se detiene especialmente en dos de los miembros que le resultaban más cercanos.

A continuación reproducimos sus palabras:

“Los muertos no sufren. Así que estoy llorando por ellos pero sin sufrir. Con mi copa de vino, brindo, recordándolos con mucho amor.

Pero estoy angustiado por la señora de Roberto Bruce y sus hijas que él adoraba. Tengo pena por la compañera de Cabezón, un tipo formidable que hueveaba con su cámara. Cuando Cabezón estaba vivo no conocí a su compañera. Ahora la encontré, sin conocerla, cuando su compañero de cama está muerto. O la muerte es tonta o somos los vivos, que nos creemos vivos, que somos unos profundos pelotudos. Mi pena, seamos francos, es menor a la que pueden sentir el padre de Felipe Camiroaga, sus hermanos y su chaperona Rosa Helena.

Todos ellos están en otra parte. Ya no sufren.

Por eso pienso en los padres de Sylvia Slier. Mi queridísima “chaperona” de hace 8 años. Ya no te puedo hablar Silvia y además no vale la pena porque ya estás liberada. Lo único que desearía, es saber, tener la certeza, que no te distes cuenta que el avión (maldito avión) se iba “mar abajo”.

Quiero que ustedes, sus padres (repito Silvia ya no está), puedan tener la esperanza que esos ojazos sólo vieron una ola enorme que subía y que ella no alcanzó a comprender (ni siquiera tuvo una milésima de segundo para hacerlo) porque el cielo- la eternidad- se acercaba al mismo tiempo que el mar.

Nosotros lo sabemos. Cuando el mar y el cielo forman una sola línea, estás muerto.

Espero que tú, mi dulce Silvia no hayas tenido el tiempo de saberlo. Padres penquistas, queridos, (que no conozco) aquí estoy con mi vaso de vino, anhelando (no puedo rogar porque soy ateo) para que mi bella Silvia no se haya percatado que la vida es corta y que la muerte es demasiado larga”.