Escaleras mecánicas paradas, luces apagadas, vacaciones obligadas: Japón reduce el consumo de electricidad este verano para compensar la parada de los reactores nucleares tras el tsunami y el accidente en la central nuclear de Fukushima.

Los grandes calores coinciden con los picos de consumo, por el uso masivo del aire acondicionado. Es un lujo que la tercera economía mundial apenas puede permitirse después del desastre del 11 de marzo en Tohoku (noreste).

Obligados a reducir en un 15% el consumo eléctrico a partir del 1 de julio en la región de Tokio y en el noreste o invitados a ahorrar voluntariamente en el resto del país, los servicios públicos y las empresas se han preparado para una frugalidad energética hasta septiembre.

A ciertas horas, circularán menos trenes y muchas escaleras mecánicas ya han parado en las estaciones, mientras que la refrigeración de los distribuidores de bebidas paran intermitentemente.

En los pasillos sin luz de los edificios de oficinas se cruzan empleados sin chaqueta ni corbata que han llegado a trabajar con la frescura matinal y que regresarán antes a sus casas. La temperatura del aire acondicionado ha subido 2°C, a 28°C.

Las administraciones empujan a sus trabajadores a tomar vacaciones de verano o impiden temporalmente las horas extras, en un país donde el trabajo es rey.

Las fábricas de automóviles cerrarán los jueves y viernes y trabajarán en cambio los fines de semana, cuando la red está menos cargada.

Las familias, instadas a reducir el uso del aire acondicionado, se han volcado a la compra de ventiladores, cuyas importaciones en Tokio crecieron el 70% interanual en mayo.

Gracias a estas iniciativas de ahorro energético, de una envergadura desconocida desde la crisis del petróleo de 1974, las compañías eléctricas esperan evitar cortes de corriente localizados y la pesadilla de un apagón generalizado.

“Estas medidas de ahorro y de reorganización de horarios de trabajo deberían ser eficaces, pero no podemos descartar al 100% un apagón”, estima Ben Wedmore, investigador de MF Global.

Sobre todo porque se espera un verano tórrido: la temperatura alcanzó los 35°C en Tokio el miércoles y la capacidad de Tokyo Electric Power (TEPCO), la empresa que alimenta energéticamente a la capital, ya ha rozado la saturación.

TEPCO está bajo presión después del accidente de Fukushima y solo explota 4 de sus 17 reactores nucleares. Para pasar el verano, ha encargado turbinas de gas y comprará corriente a las fábricas equipadas con grupos electrógenos.

A partir de agosto, dos reactores más pararán por mantenimiento y la “situación podría ser tensa este invierno”, reconoció su presidente, Toshio Nishizawa.

La escasez no afecta solo al este del archipiélago. Desde la catástrofe de Fukushima, reactores del oeste y del sur, parados por mantenimiento, no se han puesto en marcha dadas las reticencias de las autoridades a dar la luz verde.

En total, solo 19 reactores de los 54 funcionan en Japón, donde la energía nuclear representaba cerca del 30% de la producción eléctrica antes del 11 de marzo.

El ministerio de Economía prevé que un déficit de suministro prolongado socavará los esfuerzos de reconstrucción en el noreste del país.

“A corto plazo, las compañías producirán más electricidad con gas, carbón y petróleo”, asegura Wedmore.

Además del encarecimiento de la factura energética, esta política va a amenazar el objetivo de reducir en un 25% las emisiones de gases de efecto invernadero para el 2020 en relación a 1990, al que se comprometió Japón en el marco de la lucha contra el cambio climático.

Mientras el debate sobre el futuro del nuclear está en su punto álgido, el primer ministro de centro izquierda Naoto Kan prepara una ley sobre energías renovables para aumentar su producción actual del 10% de la planilla energética total, al 20% para 2030 como muy tarde.