Lionel Messi (FC Barcelona), un fuera de serie capaz de hacer fácil la jugada imposible, es la esperanza de Argentina en la Copa América de 2011 que se juega en su país, donde tendrá la mejor ocasión para demostrar que también con la albiceleste es el mejor futbolista del mundo.

Tercero de cuatro hermanos, recibió su primera pelota a los tres años en su natal Rosario (310 km al norte de Buenos Aires), en el seno de una familia obrera asentada en los suburbios de la ciudad de la que lleva aún su particular acento, pese a que partió de allí a los 13 años para hacer historia en el FC Barcelona.

La ‘pulga’, como lo apodó su hermano mayor por su diminuta talla, se fue de Argentina tras un paso fulgurante por las infantiles del rosarino Newell`s Old Boys donde ya asombraba por su forma temeraria de encarar pese a su desventaja física.

Leo quería crecer, en todos los sentidos posibles.

Diagnosticado a los once años con una deficiencia hormonal que le impedía el normal crecimiento, el club español ofreció pagar un costoso tratamiento y la familia Messi partió rumbo a tierras catalanas donde comenzó a construirse la leyenda.

A los 24 años, cumplidos el 24 de junio, es indiscutido como el mejor jugador del mundo y está llamado a ser el legítimo heredero de Diego Maradona, su técnico en el Mundial de Sudáfrica-2010.

Con la casaca del Barcelona ya ganó todo cuanto podía ganar en Europa además de la consagración individual al recibir en las dos últimas ocasiones el Balón de Oro de la FIFA, un galardón que ni siquiera obtuvo el legendario Maradona y que lo coloca en el Olimpo de los grandes.

“Lo que él hace, simplemente no es normal”, describió su ex compañero del Barcelona, el francés Thierry Henry, sobre su talento.

Detrás del flequillo castaño, es casi un imposible cruzar la mirada de Messi, siempre de lado y hacia el suelo, signo inequívoco de una gran timidez.

Parco de gestos y de monosilábica verba, Messi aparece tan incómodo ante su propia fama como falto del carisma que define el liderazgo y agiganta a los ídolos.

Pero esa personalidad esquiva y casi huraña fuera de la cancha se esfuma en el campo de juego, donde no necesita palabras para dejar con la boca abierta a pares y rivales.

Especialista nato en el arte del engaño, Messi inventa espacio donde parece imposible que lo haya y se divierte y divierte fabricando el agujero para pasar por entre un nudo de piernas.

¿Cómo lo hace?, arte, fútbol.

Al ras del suelo, como en un vuelo mágico de Harry Potter, la pelota va con Messi a toda velocidad sin desviarse un centímetro, la frena, engaña, gambetea y vuelve a partir a toda carrera.

“No se puede hacer nada, va a cien por hora, para en seco y vuelve a arrancar a cien por hora, te sale por un lado y si no, por otro”, relata sobre su forma increíble de hacer fútbol el jugador Ander Herrera, del español Zaragoza.

Apartado de cualquier escándalo en su vida privada, a Lionel sólo se le ha conocido un noviazgo con una joven rosarina, bendecida por el siempre presente clan familiar.

Con ella se dejó fotografiar en las playas brasileñas adonde buscó reponerse tras el fracaso de Argentina en el Mundial de Sudáfrica-2010, eliminado en cuartos de final y sin siquiera mostrar la magia de su gol.

“Sólo me falta ganar un Mundial”, repite Messi cuando le preguntan por sueños incumplidos aunque su juventud le augura varias chances más de conseguirlo.

Los niños argentinos hace tiempo prefieren la casaca celeste y blanca con la estampa del diez y el nombre de Messi -y no el de Maradona- en moldes negros, pero el romance del crack con sus compatriotas siempre es un ir y venir de sentimientos.

La Copa América de 2011 será una nueva ocasión para Messi de hacer brillar su estrella con los colores argentinos en toda su intensidad y empezar a borrar la única sombra que le pesa en su prodigiosa carrera.