Pobladores de la Patagonia (sur de Argentina) proyectan fabricar ladrillos con la ceniza volcánica que cayó a raíz de la erupción en el Cordón Caulle, informó este jueves una fuente oficial.

“La idea es conformar cooperativas para fabricar ladrillos de cenizas volcánicas”, dijo a la AFP Ariel Domínguez, secretario de gobierno de Villa La Angostura, una ciudad turística de la provincia de Neuquén (sudoeste), una de las más afectadas por el volcán.

Aclaró, no obstante, que “aún se está en la etapa de las pruebas técnicas para garantizar que sean utilizables en la construcción, lo que definirá el INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial)”.

La Angostura, una pintoresca y exclusiva ciudad de 14.000 habitantes al pie de Los Andes, a 40 km del Puyehue, acumuló desde la erupción del volcán -el 4 de junio- unos 4,5 millones de metros cúbicos de cenizas volcánicas, estimó Domínguez.

La fabricación de ladrillos busca darle una salida laboral a pobladores que quedaron sin empleo por el fenómeno, en un lugar donde el turismo es la actividad principal, seguido por la construcción.

Carlos Vivero, delegado en Neuquén del ministerio de Desarrollo Social, dijo que se prevé concretar “un proyecto piloto para que dos cooperativas, desarrollen los bloques y los utilicen para construir casas o caminos”.

“El primer ladrillo lo hicieron mezclando arena volcánica con cemento en un molde de madera. Lo llenaron, se secó, dieron vuelta el molde, lo sacaron y quedó macizo”, explicó el secretario de Obras Públicas de La Angostura, Gabriel Fachado.

Bariloche, la principal ciudad de turismo invernal de Argentina, a 1.600 km al sudoeste de Buenos Aires, también planea darle utilidad a la ceniza caída.

“En esta zona es muy común utilizar la arena volcánica para hacer bloques de cemento y para rellenar”, señaló Ariel Salemme, subsecretario de Obras Públicas de Bariloche.

Estos materiales volcánicos no tienen sustancias tóxicas, según un informe preliminar de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina (CNEA).

En cambio, contienen minerales que podrían favorecer también la calidad de los suelos, “en un período de tres a cinco años”, según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).