Los islamistas de Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI) tenían ya en su poder fusiles Kalashnikov y lanzacohetes, pero ahora, gracias al saqueo en marcha de los cuarteles libios, disponen de explosivos militares y, sin duda, de temibles armas antiaéreas como el misil SAM-7.

La intercepción, el 12 de abril en el desierto de Níger, de contrabandistas de armas que llevaban 640 kg de explosivos, incluyendo Semtex checo, y 435 detonadores, confirmó los peores temores de los servicios de inteligencia occidentales y regionales: la transferencia a la guerrilla de Al Qaida en el Magreb Islámico de importantes lotes de armas de guerra recuperados en medio del fragor de la rebelión libia.

Según los servicios de seguridad nigerinos, varios combatientes de AQMI iban en el convoy, lo mismo que algunos traficantes.

“Esto confirma que el papel de los islamistas radicales libios no es sólo luchar contra Gadafi, sino también canalizar el envío de explosivos y misiles. El objetivo es revitalizar las redes que arman a AQMI”, dijo en Argel el experto Mohamed Mokeddem, autor de “Francia y el islamismo armado”.

“Con el armamento saqueado en los cuarteles libios, han pasado a un nivel superior: los terroristas de Al Qaida ahora disponen de armas de guerra sofisticadas, y esto es muy preocupante”, afirmó, contactado desde París.

Tras la toma por los rebeldes libios, en todos los cuarteles del este del país y la desaparición, en manos desconocidas, de miles de toneladas de armas, se ha dado una señal de alerta en la región.

Un responsables de la lucha contra el terrorismo en la región confió hace una semana a la AFP que “hay el gran peligro de que AQMI se convierta en uno de los ejércitos más fuertes en el Sahel. Muchas armas han caído en manos de los terroristas, sobre todo misiles tierra-aire”.

El tráfico de armas ligeras ha existido siempre en las inmensidades del Sahara y del Sahel, destinado a las tribus, las rebeliones, las mafias y, desde hace veinte años, las guerrillas islamistas.

Ahora, sin embargo, la perspectiva de ver armas sofisticadas diseminadas, en particular misiles antiaéreos de fabricación rusa SAM-7, cientos de los cuales han sido robados en Libia, cambia las cosas y da pesadillas a las fuerzas de seguridad de la región y de más allá.

“Los servicios de inteligencia internacionales están muy preocupados. Se trata de una inyección masiva de armas en las redes de tráfico internacional”, afirma Eric Denecé, director del Centro Francés de Investigación sobre Inteligencia, coautor de un reciente informe sobre la rebelión libia.

“Los traficantes primero intentarán vender la mercadería en su zona, para reducir el riesgo de ser interceptados por las policías y los servicios, pero nada nos garantiza que en unos meses no hallemos ese material en Uzbekistán, en Córcega o en otros lugares”, explicó a la AFP.

El informe, titulado “Libia, un futuro incierto” y publicado el 12 de mayo, señala que “los miembros de AQMI han adquirido varios ejemplares de misiles tierra-aire portátiles tipo SAM-7 de contrabandistas libios”.

“Sobre los SAM-7 no hay muchas dudas”, precisa Denecé. “Los servicios malienses lo dicen, los argelinos lo dicen. ¿De dónde partieron? Ese es otro asunto… Y está todo lo que se ha exportado por mar directamente desde Bengasi; las mafias de Bengasi son tradicionalmente muy activas”, añade.

Según Mokeddem Mohamed, una delegación estadounidense llegó la semana pasada a Argelia “para trabajar en la trazabilidad de ese tipo de misiles. Están muy preocupados”, subrayó.

Y es que si bien los SAM-7 no serían de mucha utilidad a los grupos de AQMI en el Sahel, rara vez amenazados desde el aire, sí podrían permitir que un tirador colocado en el extremo de un aeropuerto africano destruya con seguridad un avión de pasajeros.