El presidente sirio, Bashar al Asad, decretó este martes una nueva amnistía, al día siguiente de una oferta de diálogo y reformas considerada insuficiente por la oposición.

Coincidiendo con el anuncio del dirigente este martes, decenas de miles de partidarios de Asad abarrotaban la plaza de los Omeyas en el centro de Damasco, y las calles aledañas estaban bloqueadas, según una periodista de la AFP.

Los manifestantes, procedentes de Damasco y de localidades vecinas, portaban banderas sirias y gritaban consignas en favor del régimen como “Nos sacrificaremos por Bashar” o “Dios, Siria, Bashar, y nada más”.

Según la televisión pública, simpatizantes de Asad salieron también a las calles de Homs (centro), Alepo (norte), Latakia (noroeste), Deir Ezzor (este), Idleb (noroeste) y Deraa (sur), donde comenzó a mitad de marzo el movimiento contra el régimen.

Todas esas ciudades han sido escenario de manifestaciones contra el régimen de Asad.

La agencia de prensa oficial Sana afirmó que “millones de sirios se han movilizado (…) para apoyar el plan de reformas globales” anunciado el lunes por el presidente.

Asad prometió el lunes reformas como la posible enmienda de una cláusula de la Constitución, que hace del Baas “el partido dirigente del Estado y de la sociedad” desde 1963. Su anulación es una de las principales reivindicaciones de la oposición.

Las promesas fueron consideradas insuficientes por la oposición y la comunidad internacional. Los manifestantes volvieron a salir a la calle en distintas regiones, entre ellas Alepo y Homs, y llamaron a continuar el movimiento hasta la caída del régimen.

Este martes, Bashar al Asad decretó una nueva amnistía general para todos los crímenes anteriores al 20 de junio, anunció la agencia Sana, sin dar más detalles.

El 31 de mayo, el presidente decretó una amnistía general que incluía a todos los presos políticos y entre estos a los miembros de los Hermanos Musulmanes.

Cientos de detenidos fueron entonces liberados, según organizaciones pro derechos humanos, pero la represión sangrienta de las manifestaciones continuó.

“He sentido que la amnistía decretada (el 31 de mayo) no fue satisfactoria, vamos a extenderla para que incluya a otros (detenidos), sin poner en peligro la seguridad del Estado”, afirmó el lunes Asad.

En ese discurso, el tercero desde el comienzo del movimiento antirégimen el 15 de marzo, el jefe de Estado llamó a un “diálogo nacional” que podría culminar con una nueva Constitución.

Sin embargo advirtió que las reformas propuestas no podrían decidirse precipitadamente, y propuso esperar a la elección de un nuevo Parlamento en agosto.

El gobierno envió en los últimos meses sus tropas y tanques a numerosas ciudades para reprimir la revuelta, arguyendo que su intervención se vio forzada por la presencia de “terroristas armados que siembran caos”, y sin querer admitir explícitamente la amplitud de las protestas.

La represión ha causado más de 1.300 muertos entre los civiles. Más de 10.000 personas fueron arrestadas, según ONG sirias.

El presidente estadounidense, Barack Obama, y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, coincidieron el lunes en que “el gobierno sirio debe poner fin a la violencia de inmediato, y aplicar rápidamente reformas significativas”, según la Casa Blanca.

Turquía, país fronterizo con Siria, ha recibido a más de 10.000 refugiados sirios que huyen de la violencia, según una fuente oficial.