La “nueva Bengasi”, que estaba en vías de construcción por empresas chinas, se ha convertido en una ciudad fantasma, con sus hormigoneras, grúas y carretillas en medio de una multitud de inmuebles grises e inconclusos.

La inmensa y desierta obra de 20.000 viviendas previstas para más de 150.000 personas se ha convertido en una ciudad a la que está prohibido acceder, paralizada en plena construcción cuando estalló la revolución libia. Una gigantesca carcasa, vacía y silenciosa.

Once mil chinos de la China State Construction Engineering Corporation Ltd (CSCEC) trabajaban desde hace tres años en este titánico proyecto cuando estalló la insurrección a mediados de febrero en Bengasi, desde entonces convertida en “capital” de los rebeldes en el Este de Libia. Todos los obreros chinos huyeron.

“Se fueron en tres días, por barco, desde el inicio de la revolución”, relata Nuri Ahmed, encargado de mantenimiento del abandonado lugar por parte del Consejo Nacional de Transición (CNT), la dirección política de los rebeldes.

Nos recibe en uno de los edificios prefabricados al borde de la carretera, justo enfrente de la “Calle de Pekín”, tal como indica un cartel.

“Todos los chinos vivían en esta obra”, precisa este ex consejero jurídico, que dice ignorar cuál era el presupuesto de este proyecto que abarca 1.770 hectáreas.

“Estaba prevista una primera entrega el 1 de septiembre de 2011 (aniversario del golpe de Estado de Muamar Gadafi en 1969), pero no tengo idea del precio de las viviendas”, afirma.

La obra estaba financiada por el Estado libio. La CSCEC, la mayor empresa china en el sector de la construcción, cobraba de “varias maneras, con dinero, con petróleo”.

En un edificio con los cristales destrozados, una inmensa maqueta muestra la magnitud del proyecto: más de 200 inmuebles con cuatro pisos cada uno, escuelas, hospitales, campos de fútbol, de baloncesto, ocho mezquitas. Y zonas verdes en un espacio de más de 250 hectáreas.

Desde lo alto de uno de estos edificios se perciben los innumerables bloques, que llegan hasta el borde del Mediterráneo.

Algunos están destripados por disparos de cohetes, La “nueva Bengasi” fue escenario de enfrentamientos entre rebeldes y fuerzas pro Gadafi.

Unos 500 libios trabajaban con los chinos.

Ibrahim El Mismari, conductor de grúa, es uno de ellos. Integra ahora el equipo que preserva la seguridad del lugar e impide el acceso a eventuales ocupantes ilegales.

“Teníamos muy buenas relaciones de trabajo con los chinos, pero el salario no era muy elevado”, dice.

Ahora percibe su sueldo del CNT, como la mayoría de los asalariados que, en muchos sectores, están en desempleo técnico o, como es el caso de los funcionarios, ya no reciben sus salarios del gobierno de Tripoli.

Ibrahim mantiene el optimismo. “Cuando vuelva la tranquilidad a Libia, los chinos volverán. Estoy seguro”.