El ministro británico de Economía, George Osborne, ha respaldado este miércoles una amplia reforma del sector financiero que obligará a los grandes bancos a separar claramente sus actividades minoristas, con el fin de evitar que los contribuyentes deban pagar por el rescate de entidades financieras en dificultades.

En su tradicional discurso anual en Mansion House, la residencia oficial del alcalde de la City de Londres, ante la flor y nata del sector financiero británico, Osborne dio también el pistoletazo inicial a la privatización del Northern Rock, el primero de los bancos británicos que tuvo que salvar el gobierno en 2007.

Tal como estaba previsto, el canciller del Exchequer -su título oficial- aprovechó la oportunidad para apoyar las conclusiones de una comisión creada por el gobierno, y dirigida por el economista John Vickers, que en abril pasado recomendó aislar las actividades minoristas de los bancos para proteger los activos de los particulares en caso de nueva crisis financiera.

Aunque la comisión no preconiza una escisión de los bancos “universales”, aconseja que compartimenten sus actividades minoristas y de inversión a través de la creación de filiales distintas dotadas de capitales propios.

Esta comisión debería presentar en septiembre las medidas a tomar para resolver la espinosa cuestión de los bancos llamados “too big to fail”, es decir, demasiado grandes para dejarlos caer.

Entre 2007 y 2009, Gran Bretaña destinó decenas de miles de millones de libras para reflotar una serie de bancos (como el Royal Bank of Scotland, Lloyds Banking Group, Northern Rock, etc.), provocando una explosión del déficit y de la deuda del país.

El gobierno conservador de David Cameron, en el poder desde el pasado año, ha presentado la factura a los contribuyentes, lanzando un plan de austeridad de una severidad sin precedentes, el más drástico de todos cuantos se han aplicado en países desarrollados.

Osborne también se pronunció a favor de forzar a los bancos a aumentar sus fondos propios, pero subrayó que deseaba que la aplicación de esas medidas “en todo el mundo”.

Los bancos británicos criticaron estas medidas, argumentando que reducirán su capacidad de prestar y aumentarán sus costos. Algunos bancos habían, incluso, amenazado con abandonar el Reino Unido si como defendía la comisión Vickers, se les obligaba a separarse completamente de sus actividades minoristas y de inversión.

Osborne aprovechó asimismo su discurso para lanzar la privatización del banco Northern Rock, una de las primeras víctimas europeas de la crisis de las hipotecas, que tuvo que ser nacionalizado a principios de 2008.

Según la estimación más frecuente, con la privatización del banco el Estado británico podría ingresar unos 1.400 millones de libras (1.600 millones de euros, 2.265 millones de dólares).