Aunque sea reiterativo hay que decir que la educación es la principal herramienta para salir de la pobreza, y es uno de los ejes más importantes para que las personas sean felices, no por nada los esfuerzos del Estado apuntan en esa dirección, con una reforma a la Ley General de Educación que fue aprobada por todos los sectores políticos el año pasado, tras un incansable trabajo del ministro Joaquín Lavín, que logró consensuar los cambios fundamentales.

Es verdad que hay muchas tareas pendientes en este ámbito, pero claramente creo que el nivel que han alcanzado las movilizaciones estudiantiles, no aportan al diálogo, y lo más importante, a la construcción de soluciones integrales.

Las demandas planteadas por los estudiantes, particularmente los universitarios, son atendibles, hay falencias que se arrastran desde hace 20 años, y claramente las soluciones a estos problemas no son fáciles y menos de rápida implementación.

Por lo anterior es que necesitamos generar un clima de entendimiento y los actores universitarios, estudiantes, académicos y directivos, tienen en esto una responsabilidad mayor, orientada justamente a buscar los puntos de encuentro para avanzar hacia un sistema más equitativo y justo para todos los sectores de la sociedad.

En esto claramente me parece que hay más elementos de acuerdo. Nadie está en contra de los conceptos: educación como pilar fundamental para salir de la pobreza y la búsqueda mayor equidad y justicia.

En esto, hoy las condiciones más ventajosas de financiamiento de estudios superiores, están para quienes acceden a las universidades tradicionales y estatales, que pertenecen al Consejo de Rectores.

Sin embargo, los jóvenes de los quintiles de menos ingresos y por lo tanto de mayor vulnerabilidad social, ingresan mayoritariamente al sistema privado de educación, en institutos profesionales, centros de formación técnica y universidades privadas.

Por lo tanto, la mirada hoy debe estar justamente hacia estos sectores. La modificación al Aporte Fiscal Indirecto, asignándolo directamente al alumno que obtuvo un buen puntaje en la PSU y no a las universidades como ocurre actualmente, es un paso que va en el sentido correcto, porque con ello no sólo se entrega mayor libertad de elección a los jóvenes sino que además es posible apoyar de mejor forma a quienes provienen de familias de mayor vulnerabilidad.

Sin duda que este es un cambio menor dentro de los problemas del sistema que son más de fondo. Pero este, como otros temas, debe ser analizado por las universidades. Los actores de la educación superior, tienen que pensar en el bien común y dejar de lado los intereses de grupo o gremiales.

Lo anterior es vital que lo podamos entender porque como lo sostengo al principio, los cambios que se están implementando en Educación son fundamentales para sacar a miles de chilenos de la pobreza, nuestro principal objetivo como sociedad.

Claudio Lapostól Vargas
Director Regional
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