El gobierno alemán adoptó el lunes un inédito proyecto de renunciar en diez años a la energía nuclear, sin lastrar su economía, una de las más competitivas del mundo, ni multiplicar sus emisiones contaminantes de carbono.

“Es un hito en el desarrollo económico y social de nuestro país”, afirmó el ministro de Medio Ambiente, Norbert Rottgen, en conferencia de prensa.

Todas las centrales nucleares alemanas se cerrarán “de aquí a 2022″, dijo por su lado el ministro de Economía, Philipp Rosler, confirmando una decisión adoptada hace una semana por los partidos que integran el gobierno de Angela Merkel, los liberales del FDP y los conservadores de CDU/CSU.

La canciller, que el año pasado había cedido ante el ‘lobby’ nuclear al prolongar la vida de los reactores, dio un giro de 180 grados tras la catástrofe de Fukushima e hizo suyo un calendario de abandono del átomo civil adoptado en 2000 por un precedente gobierno de socialdemócratas y verdes.

El proyecto de ley adoptado el lunes, que será sometido a ambas cámaras del parlamento alemán antes del verano boreal, precisa los pasos a seguir.

Catorce de los 17 reactores alemanes ya no estarán en servicio hacia fines de 2021, y los tres últimos -los más recientes- funcionarán hasta fines de 2022.

Los siete reactores alemanes más antiguos ya fueron desconectados de la red de producción de electricidad, a la espera de una auditoría solicitada a mediados de marzo por Merkel, tras la catástrofe de Fukushima en Japón.

Estos siete sitios -además de un octavo, que tiene reiteradas fallas- ya no serán reactivados.

Ninguna de las otras potencias industriales ha seguido el ejemplo alemán y, más bien, la decisión ha generado una cierta irritación, especialmente en la vecina Francia, un país muy dependiente de la energía nuclear.

De momento, Alemania tendrá que hallar antes de 2022 la forma de producir 22% de sus necesidades en electricidad, actualmente aseguradas por las centrales atómicas.

En un futuro próximo, el Estado va a apoyar financieramente a las industrias que consuman mucha electricidad, y que corren el riesgo de ver cómo se disparan sus gastos eléctricos.

A más largo plazo, Alemania se dotará de parques eólicos, pero también de nuevas centrales de gas o carbón, además de implementar miles de kilómetros de líneas de alta tensión.

Entre las medidas más espectaculares figura un presupuesto de 5.000 millones de euros (USD 7.000 millones) destinado a parques eólicos en alta mar, una tecnología aún poco desarrollada por la que Alemania apuesta firmemente para llegar a disponer de una energía totalmente “verde” en 2050.

Para Alemania, se trata de convertirse en un país que prescinda de una energía nuclear riesgosa, y que asuma nuevas tecnologías “made in Germany”.

El proyecto de ley deja no obstante abiertos varios interrogantes, en particular sobre el coste del abandono de la energía nuclear, que según ciertos expertos podría elevarse hasta 200.000 millones de euros (USD 280.000 millones), a repartir entre contribuyentes, consumidores y productores de electricidad.

Otra incógnita: el futuro del objetivo alemán de reducir en 20% sus emisiones de gas de efecto invernadero 1990 et 2020, reiterado el lunes por el gobierno, pero que podría verse amenazado por la puesta en servicio de centrales de gas o carbón.

El gobierno deberá también tener en cuenta a la opinión pública alemana, muy hostil a la energía nuclear, pero también dispuesta a movilizarse contra la implantación de parques eólicos o de líneas eléctricas, y a protestar contra las alzas de los precios de la electricidad.

Además, el gobierno de Merkel aún mantiene la ambigüedad en un asunto muy polémico e impopular: hasta ahora el ejecutivo rehusa fijar un lugar para el entierro definitivo de sus desechos radiactivos.