El primer ministro de Yemen Alí Mohamed Mujawar fue trasladado este sábado a Arabia Saudita para ser hospitalizado, tras resultar herido la víspera en un ataque contra el palacio presidencial, mientras se registraban nuevos enfrentamientos en Saná y Taez.

En cambio, el presidente Alí Abdalá Saleh, “levemente herido en la cabeza” durante el ataque, según un alto funcionario yemení, sigue ingresado en el hospital militar de la capital y su estado es “estable” y “no genera preocupación”, precisó una fuente médica.

Además del primer ministro, otros tres altos responsables fueron trasladados a Arabia Saudita para ser hospitalizados: el presidente de la Cámara de Diputados, Yahia al Raí, el presidente del Consejo Consultivo, Abdel Aziz Abdel Ghani, y el viceprimer ministro para Asuntos Interiores, Sadek Amín Abu Ras.

Según la fuente, deben seguir su tratamiento en Arabia Saudita, donde los hospitales están mejor equipados que los de Yemen.

El presidente Saleh había acusado a los “hijos de Al Ahmar” de ser responsables del ataque, en referencia al jeque Sadek al Ahmar y sus seguidores de la influyente tribu de los Hashed.

Como respuesta, las tropas leales a Saleh bombardearon el viernes la residencia del jeque Hamid al Ahmar, hermano del jefe tribal de los Hashed, Sadek, cuyos seguidores se enfrentan violentamente contra el ejército desde hace varios días.

La Guardia Republicana, cuerpo de élite del ejército, también bombardeó las residencias de otros dos hermanos de Sadek al Ahmar y la del general disidente Ali Mohsen al Ahmar “en respuesta a los tiros de obuses contra el palacio presidencial”, según el portavoz del partido gubernamental, Tarek Shami.

En declaraciones a la AFP, el jeque Hamid al Ahmar rechazó esas acusaciones y aseguró que Saleh era el instigador del ataque al palacio presidencial para provocar “una guerra civil”.

La oposición parlamentaria también estimó que se corre el riesgo de que haya una “guerra civil”, y preconizó “la lucha pacífica y democrática”.

Tras cuatro meses de protestas populares sangrientamente reprimidas por el régimen de Saleh, que se niega a dejar el poder, la revuelta adquirió otra magnitud el 23 de mayo con el inicio de duros combates en Saná entre fuerzas leales al presidente y partidarios del influyente jefe de los Hashed, el jeque Sadek al Ahmar, que se unió a la oposición.

El sábado proseguían los tiroteos en Al Hasaba, un barrio del norte de Saná.

En Taez, 270 kilómetros al suroeste de Saná, militares se enfrentaron con hombres armados que protegían a cientos de manifestantes en la plaza de la Libertad, donde el lunes 30 de mayo una sentada fue dispersada por la fuerza con un saldo de más de 50 muertos.