Un centenar de estudiantes de una escuela primaria del balneario de Ubatuba (en Sao Paulo, al sureste de Brasil) se han lanzado a la conquista del espacio y esperan convertirse en los más jóvenes en construir un satélite que podría estar en órbita este mismo año.

La idea nació cuando Cándido de Moura, un profesor de matemáticas de la escuela municipal Tancredo de Almeida Neves, leyó en una revista científica que una empresa estadounidense “había desarrollado un kit para construir un satélite” a un costo de 8.700 dólares.

“Me pareció tan interesante que escribí a la empresa y me mandaron toda la información. Lo conversé entonces con algunos profesores y empresarios amigos que se mostraron tan interesados como yo y comenzamos a trabajar en el primer satélite de Ubatuba, el Tancredo-1″, explicó Cándido a la AFP.

Un empresario local dio el dinero para comprar las piezas y el estatal Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE por sus siglas en portugués) presta el soporte técnico para la construcción del Tancredo-1, que espera ser puesto en órbita desde Estados Unidos a finales de año.

El ensamblaje será realizado en su totalidad por los 108 niños del sexto año de esta escuela, que tienen entre 11 y 12 años, lo que según el profesor los convertiría en “el grupo más joven del mundo en realizar una investigación espacial”, basado en estadísticas de la empresa Interorbital, que les vendió el kit.

“No tienen registro de ningún estudiante en el mundo haciendo esto”, añadió.

El satélite tiene una forma cilíndrica, de unos 50 centímetros de altura y 15 de diámetro, que estará revestido principalmente por paneles solares, y tiene cuatro componentes: una antena, un generador de potencia, un transmisor y un microcontrolador.

Su operación se realizará desde un centro de control instalado en la escuela de Ubatuba.

“El satélite estará sometido a temperaturas extremas, será lanzado en un cohete que llegará a los 28.000 km/h y colocado en el espacio a 310 km de altitud. Hay que hacerlo bien o no resistirá”, subraya el docente.

Todos los días, uno de los cinco grupos de trabajo acude al laboratorio de la escuela. Allí, las profesoras Marilea D’Angelo y Patricia Patural dirigen el entrenamiento de los pequeños científicos que comienzan a montar algunos componentes electrónicos como práctica para el gran reto de armar el dispositivo final la próxima semana.

“Pásame el componente… Ese, sí”, pide con seguridad el alumno David a Augusto, y lo coloca sobre la base de plástico y deja a su compañero soldarlo como un profesional. A su lado, otro grupo de niñas perfora otra placa.

“Estamos aprendiendo mucho, de todo”, dice Augusto.

La experiencia ya motiva a algunos a inclinar su vocación hacia la electrónica, como por ejemplo Bruna, de 11 años que dice con temple: “Creo que voy a ser ingeniera electrónica de grande”.

Una vez en órbita, el Tancredo-1 enviará un mensaje que será grabado en portugués, español e inglés. Para definir el contenido, la escuela abrió un concurso con todos los estudiantes.

El premio es ir a Estados Unidos, junto con otros cinco compañeros involucrados en el montaje, desde donde podrán ver el lanzamiento realizado por Interorbital, que dentro del precio del kit, incluye el envío al espacio en un cohete propio.

Desde hace varias décadas Brasil se empeña en desarrollar tecnología propia para colocar satélites en órbita. Los principales fueron los desarrollados en cooperación con China, destinados a vigilar la tala ilegal en la Amazonía, el tercero de los cuales fue desactivado hace una año y cuyo cuarto satélite debería ser lanzado próximamente.

La experiencia espacial en Ubatuba no terminará con el Tancredo-1. Ya el equipo de profesores comienza a trabajar en su próximo satélite, el Tancredo-2, que llevará “alguna clase de experimento”, explicaron los profesores.

“¿Niños de 11 años armando un satélite? Ahora estoy convencida que sí, es una oportunidad única para aprender”, concluye risueña Andrea.