La operación en la que Osama Bin Laden fue eliminado por un comando estadounidense en Pakistán, donde vivía tranquilamente desde hace varios años, podría desestabilizar al gobierno de este país y provocar elecciones anticipadas, según los analistas.

Desde el anuncio de la muerte del jefe de Al Qaida, el 2 de mayo, en la ciudad de guarnición de Abbottabad, sin que las autoridades paquistaníes hubiesen sido informadas de la operación, el gobierno y el ejército de Pakistán se han debilitado.

La población, que no les reprocha la muerte de Bin Laden, a quien pocos parecen lamentar en Pakistán, se interroga ¿cómo un ejército que se imaginaba todopoderoso pudo sufrir tal fracaso?

Una situación agravada por la incapacidad de las fuerzas del orden para impedir numerosos atentados de los talibanes aliados de Al Qaida desde hace cuatro años y que algunos analistas comparan con el cataclismo de 1971, cuando un tercio del país hizo secesión para formar Bangladesh.

“El deterioro de la situación de la seguridad podría llevar a la caída del gobierno”, según Jurram Abbas, analista en el Pakistan Institute of Legislative Development and Transparency (PILDAT).

De ésto algunos podrían sacar provecho. Como el jefe de la oposición Nawaz Sharif, al que los sondeos dan como ganador de cualquier comicio anticipado, o el ex astro del cricket Imran Khan, que dirige un partido de oposición.

Sin que por lo tanto den una receta contra el terrorismo, todos ellos se esfuerzan por presentar al Partido del Pueblo de Pakistán (PPP) en el poder, como una marioneta de Washington, una acusación que causa impacto en una población mayoritariamente anti-estadounidense.

Las consecuencias del ataque en Abbottabad dieron al gobierno “una oportunidad de establecer su control sobre la seguridad y en otros terrenos, pero fracasó”, comentó Mutahir Sheikh, profesor de relaciones internacionales en la universidad de Karachi.

“El pueblo tiene grandes esperanzas en Nawz Sharif. Si puede afirmar su posición y boicotear al Parlamento, hay una posibilidad de elecciones anticipadas”, agregó Mutahir Sheij.

El 13 de mayo, los diputados necesitaron diez horas para ponerse de acuerdo en una declaración común, después de las explicaciones dadas sobre la operación estadounidense por el general Ashfaq Kayani, comandante del ejército, y por Ahmad Shuja Pasha, jefe de los servicios secretos (ISI).

Allí pidieron a Washington no repitiera este tipo de operaciones -cuando la Casa Blanca se reserva el derecho de hacerlo – y de poner un término a los ataques casi cotidianos de los aviones teleguiados de la CIA en las zonas tribales del noroeste, bastión de los talibanes de Al Qaida.

Exigencias que el gobierno, dependiente de la ayuda estadounidense, no puede satisfacer.

Frente a lo cual, la oposición insiste. Si el gobierno “fracasa o viola” esta resolución, “podremos decir que es necesario un nuevo mandato”, explicó a la AFP Siddiqul Farooq, portavoz de la Liga musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N), el partido de Sharif.

“Queremos que la resolución sea aplicada. El país quiere que los culpables de negligencias criminales o de faltas a la seguridad sean castigados”, prosiguió.

Por otra parte, el mes próximo, el gobierno, con una mayoría muy frágil, debe presentar su presupuesto al Parlamento, en un momento en que la situación económica, con una inflación desenfrenada y constantes cortes de energía, no tiene ventaja.

“Un presupuesto apretado va a frustrar aún más a la población y si ésta lo rechaza, la situación va a empeorar y la continuación del gobierno será difícil”, destacó Jurram Abbas.