Los fieles que piden la celebración de la misa en latín, rehabilitada en el 2007 por Benedicto XVI, “no deben ser contrarios a la autoridad del Papa”, sostienen las normas de aplicación de ese antiguo rito divulgadas este viernes por el Vaticano.
La aclaración es dirigida en particular a las corrientes tradicionalistas de la Iglesia católica, como el movimiento lefebvrista, fundado por el fallecido arzobispo Marcel Lefebvre, excomulgado en 1988, que rechaza la apertura y modernización decididas durante el Concilio Vaticano II (1962-1970).
La Instrucción “Universae Ecclesiae”, como se llama, indica que los fieles que piden la celebración de la misa en latín “no deben pertenecer o sostener a grupos que se manifiestan contrarios a la validez y legitimidad de la forma ordinaria (de misa) y/o a la autoridad del Papa”.
Cuatro años después de que Benedicto XVI decidiera autorizar la celebración de la misa en latín, el Vaticano establece las normas para su aplicación tras consultar a los obispos de todo el mundo.
La tradicional misa tridentina, que empezó a desaparecer en los años 70 cuando el papa Pablo VI promovió la forma moderna de celebración, se celebra en latín, de espaldas a los feligreses durante 45 a 60 minutos.
La instrucción recuerda que Benedicto XVI afirmó en su decreto del 2007 que ambas liturgias, la antigua y la moderna (llamada “según Pablo VI”), sólo son dos versiones del “mismo rito romano”.
El Papa subrayó que su predecesor Juan Pablo II ya había acordado en dos ocasiones (1984 y 1988) a los obispos la facultad de autorizar celebraciones de la misa según la antigua liturgia y que su objetivo es sólo ampliar la autorización.
Tras reiterar que la aprobación tiene como objetivo “la reconciliación en el seno de la Iglesia”, las normas piden a los obispos que garanticen “el respeto” de la celebración y exijan que el sacerdote esté “preparado en forma idónea” para ello.
En algunos países, como Francia, donde el movimiento “lefebvrista” es muy seguido, la celebración de la misa siguiendo la tradición más antigua ha generado enfrentamientos entre grupos de fieles y obispos, que consideran ese gesto una suerte de “provocación”.
En caso de controversias, fue encargada la comisión vaticana Ecclesia Dei de resolverlas.
Se trata de “precisaciones muy importantes”, aseguró el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, ya que invitan a un “uso sereno” de la antigua liturgia.