Las elecciones locales del próximo domingo y lunes en Italia constituyen un test para el jefe de gobierno Silvio Berlusconi, tras un año de escándalos sexuales y procesos judiciales que han hecho tambalear la popularidad del multimillonario político.

Berlusconi medirá el nivel de aceptación del gobierno de derecha que lidera desde hace tres años, sobre todo en Milán, la capital financiera del norte de la península y su tradicional bastión electoral.

“Tenemos que ganar las elecciones del 15 y 16 de mayo, porque de esa manera se refuerza también el gobierno a nivel nacional”, admitió Berlusconi, que encabeza las listas de la actual alcaldesa, Letizia Moratti, quien aspira a la reelección.

Casi 13 millones de electores sobre una población de 60 millones son llamados a votar en 1.310 municipios, de los cuales 11 ciudades con más de 100.000 habitantes, entre ellas Milán, Nápoles, Turín y Bolonia.

En caso de segundo turno, los comicios se repetirán el 29 de mayo.

“Si Milán sigue a la derecha, no cambia nada a nivel nacional”, comentó a la AFP Franco Pavoncello, profesor de Ciencias Políticas de la universidad estadounidense de Roma.

“Perder Milán podría generar la caída del gobierno”, reconoció el experto, quien considera que una eventual derrota en la ciudad emblemática del “berlusconismo” sería “devastadora” para el movimiento anti-inmigración Liga Norte, principal aliado del gobierno.

“Tenemos al país en un puño”, reconoció esta semana Umberto Bossi, legendario líder de la Liga Norte.

Si el controvertido movimiento retira su apoyo al gobierno en el Parlamento, Berlusconi pierde la mayoría y está obligado a renunciar.

Todos las miradas confluyen en Milán, cuya alcaldesa Moratti se enfrenta al candidato de centro-izquierda Giuliano Pisapia.

El reto es tal que en la última semana tanto Berlusconi como Moratti, casada con un millonario magnate del petróleo, no han ahorrado insultos y acusaciones contra Pisapia, un abogado que proviene de la extrema izquierda.

Como suele hacer antes de comicios clave, Berlusconi arremetió sin pelos en la lengua contra sus adversarios y los magistrados, en este caso los fiscales milaneses, tildados de “cáncer de la democracia”.

“Estaríamos locos si votamos por alguien que hasta hace poco quería fundar de nuevo el comunismo”, comentó Berlusconi al referirse a la militancia de Pisapia en el partido Refundación Comunista.

Para Pavoncello, Moratti cayó en la trampa de “atacar gratuitamente y con argumentos falsos, como tener un pasado de delincuente, a su adversario. Algo penoso”, dijo.

La ola de agravios tensó el clima político, de manera que no se debate sobre las propuestas de cada quien, y sirve para reactivar el apoyo a Berlusconi de sus electores, sobre todo de aquellos indecisos, en un momento en que su popularidad ha bajado notablemente, ubicándose en el 31%, lejos del 60% que gozaba en el 2008.