Grecia, que trata desesperadamente de encontrar una solución al problema de su enorme deuda, ahora debe contener la ira de la población, agravada por un aumento de las tensiones xenófobas que tienen por telón de fondo la crisis social.

El viernes, un militante de izquierda de 31 años de edad seguía hospitalizado en Atenas en estado grave, víctima de la brutalidad policial durante una manifestación, el miércoles, contra la política de austeridad.

La violencia se produce en un contexto social degradado por la profunda recesión que afecta el país por tercer año consecutivo.

Las draconianas medidas de restricción presupuestaria y el aumento de los impuestos destinados a demostrar a los países acreedores que Grecia es capaz de administrarse y evitar una reestructuración de la deuda, que alcanzará el 152% del PIB del país a fines de años, no han hecho más que agravar la crisis.

Esas medidas se traducen en un rápido aumento del desempleo, que en febrero se elevó al 15,9% (12,1% un año antes).

La crisis coincide con un aumento de la violencia xenófoba en los barrios populares del centro de Atenas, transformados en verdaderos guetos a raíz del intenso flujo migratorio que registra el país, convertido en principal puerta de entrada de la inmigración ilegal en la Unión Europea.

Según una estimación de Médicos del Mundo, unos 30.000 emigrantes irregulares y en tránsito viven en esos barrios, donde conviven con toxicómanos y prostitutas y sufren las agresiones de “milicias” del grupúsculo neonazi Alba de Oro.

Y sin embargo, la policía parece estar sumamente presente y bien equipada en el centro de la capital griega, donde se realizan casi diariamente manifestaciones contra la austeridad.

Las estadísticas sobre la criminalidad aumentan vertiginosamente desde primeros de año, señala Theodoro Papatheodorou, profesor de política criminal y presidente de la Universidad del Peloponeso.

“Hay un aumento de la ira social en Grecia”, afirma, agregando que teme la instauración de una “especie de guerra de los pobres” en los barrios desfavorecidos.

En su opinión, esa evolución es menos evidente en las manifestaciones que en “el marco de la vida cotidiana de las grandes ciudades”.

Y en efecto, un robo de una cámara vídeo costó la vida esta semana a un hombre, al que los ladrones –extranjeros, según testigos– apuñalaron cuando se disponía a subir a su automóvil para llevar a su esposa a la maternidad.

Al día siguiente del crimen y en el mismo barrio un bangladeshí de 21 años fue asesinado a puñaladas por dos motoristas. La policía no descarta que se trate de un crimen racista. Según Médicos del Mundo, hubo en los últimos meses en Atenas al menos otras tres muertes sospechosas de emigrantes.

Todo ello no revela un problema de criminalidad, “sino más bien un síntoma de la conjunción de problemas sociales, económicos y políticos de Grecia”, estima Papatheodorou.

En ese marco, dos manifestaciones radicales tuvieron lugar el jueves en Atenas. Una de ellas, organizada por los movimientos anarquistas y de extrema izquierda tenía por objetivo denunciar al “gobierno asesino” y la violencia de la policía. La otra, de extrema derecha, reclamaba la expulsión de los emigrantes y terminó con una caza de extranjeros que causó 15 heridos.