La muerte de Osama Bin Laden reanuda el debate sobre la retirada estadounidense de Afganistán y cuestiona la razón de ser de decenas de miles de soldados que fueron enviados a las montañas afganas hace cerca de 10 años para acorralar la red Al Qaida.

El objetivo de la intervención estadounidense, iniciada unas semanas después de los atentados del 11 de septiembre de 2001, era darles caza en su propio santuario a los miembros de la difusa red extremista y a su escurridizo líder. Ahora, diez años después, 100.000 estadounidenses y 44.000 soldados de la OTAN están combatiendo a talibanes afganos insurrectos.

Los combatientes extranjeros de Al Qaida serían menos de 200 en el país, señala Leslie Ghelb, un ex alto funcionario estadounidense, en una columna publicada el lunes en el Wall Street Journal.

“Misión cumplida”, escribió. Al menos en “lo necesario y lo posible”.

“Afganistán ya no se trata de intereses de seguridad vitales para Estados Unidos. Se trata del fracaso de las elites políticas estadounidenses al considerar dos simples hechos: la amenaza de Al Qaida ya no está concentrada en este viejo campo de batalla y la lucha contra los talibanes es sobre todo un asunto de los afganos”, consideró.

Estados Unidos y la OTAN deben transferir la seguridad a las fuerzas afganas antes de fines de 2014. No obstante, con Bin Laden muerto, se multiplican las hipótesis dado que se acerca julio de 2011, fecha anunciada por el presidente Barack Obama para empezar a retirar sus tropas.

La retirada debería ser reducida, si no simbólica, según la mayoría de los analistas. El diario Wall Street Journal mencionó el martes la partida de 5.000 efectivos en julio y de otros 5.000 a fin de año, lo que según según el entorno del general David Petraeus es una mera especulación. Este comandante de las fuerzas internacionales en Afganistán debe presentar pronto sus recomendaciones al presidente.

La eliminación de Bin Laden “seguramente avivará el debate sobre el ritmo de la retirada”, estima Robert Lamb, del Centro Estratégico de Estudios Internacionales (CSIS, en inglés), quien es favorable a que prosiga el compromiso estadounidense.

“Aunque su muerte es, por supuesto, un acontecimiento importante, es esencialmente simbólica desde un punto de vista estratégico”, justificó. Y “dejar a los afganos con un gobierno que no puede garantizar la seguridad sería repetir el error que se hizo en Pakistán hace 20 años”, cuando Estados Unidos desatendió la región tras la retirada soviética de Afganistán.

En el mismo sentido, los dos principales responsables de la comisión de Asuntos Exteriores del Senado, el demócrata John Kerry y el republicano Richard Lugar, se oponen a cualquier retirada “arbitraria” o “precipitada”.

Pero se preocupan por el costo de una guerra a la cual Washington tiene previsto consagrar aún 107.000 millones de dólares en 2012, en momentos en que el país hace frente a una crisis presupuestaria.

“Las posiciones sobre las consecuencias de la muerte de Bin Laden en el conflicto (con Afganistán) concuerdan con lo que la gente pensaba de la guerra antes de su eliminación”, resumión Stephen Biddle, experto del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), un centro de reflexión estadounidense.

Si bien -según un sondeo publicado el miércoles por USA Today- 59% de los estadounidenses consideran que la misión está cumplida y se dicen a favor de una retirada de Afganistán, Barack Obama no está sometido a la presión de la calle ni a la del Congreso y no tendría por qué modificar su estrategia.

“El presidente ha tenido que tomar muchas decisiones que podían haber cambiado la estrategia en Afganistán y (en cambio) ha sido notoriamente constante”, explica a AFP.