En la pequeña escuela coránica (madraza) cerca de la casa donde un comando estadounidense mató a Osama Bin Laden hace una semana, jóvenes adolescentes de Abbottabad, en Pakistán, juran que vengarán a su “héroe”.

Pero su actitud contrasta con la de la mayoría de otros jóvenes en la misma ciudad de Abbottabad o en el resto del país. Estos están más curiosos o incluso despotrican por la incompetencia de su propio ejército y de los servicios secretos, que tristes por la muerte del jefe de Al Qaida.

“Esta guerra no ha terminado; hay muchos muyahidines que perpetuarán el combate de Osama hasta la derrota de Estados Unidos”, declaró Muhamad Tofail, estudiante de 15 años de esta escuela religiosa del barrio de Bilal Town.

Es éste el barrio elegante de la ciudad guarnición donde el jefe de Al Qaida se escondió durante cinco años, según la más joven de sus tres esposas que vivía con él, citada por los investigadores paquistaníes.

Es en este tipo de madrazas que los talibanes paquistaníes – aliados de Al Qaida y responsables de una ola de atentados muy letales desde hace cuatro años en el país – reclutan o forman a jóvenes combatientes o a sus kamikazes.

Su número se ha multiplicado en los últimos años, siendo un sustituto muy apreciado y cómodo en un país al borde de la bancarrota económica y frente a un sistema educativo tan endeble como el gobierno y a escuelas públicas o privadas con precios prohibitivos.

El presupuesto del ministerio de Educación para las escuelas públicas no supera el 2% del PIB y el analfabetismo llega al 31% entre los hombres y a 41% entre las mujeres.

No obstante, si la gran mayoría de los paquistaníes, de todas las edades y clases sociales, aborrece a Estados Unidos, no es porque mató a Bin Laden sino más bien por que estiman que la guerra contra el terrorismo no es “su guerra” y fue más bien impuesta a su país por culpa de Washington.

A fines de 2001, cuando la coalición internacional dirigida por Estados Unidos invadió Afganistán después del 11 de los atentados del septiembre, la gran mayoría de los combatientes y dirigentes de Al Qaida -entre ellos Bin Laden -huyeron hacia Pakistán a través de las montañosas fronterizas con Pakistán.

En 2007, los talibanes paquistaníes siguieron los pasos del jefe de Al Qaida que acababa de declarar la guerra santa (yihad) a Islamabad por su apoyo a Washington.

En este contexto, lanzaron una ola de atentados -suicidas en su mayoría – que dejó casi 4.300 muertos en todo el país en los últimos cuatro años.

En Abbottabad como en el resto del país, los padres temen que sus hijos puedan ser influidos por la noción de venganza.

“Osama Bin Laden desarrolló un estado de ánimo y las generaciones más jóvenes están afectadas”, comentó Farzana Anis, que con su hija fue a ver la famosa casa donde se ocultaba el jefe de Al Qaida.

“Si la posibilidad de ascender socialmente no se da en Pakistán, si no hay educación, ni sistema sanitario, si la población sigue hundiéndose en la pobreza, entonces este estado de ánimo solo puede desarrollarse”, estimó esta madre de familia.

“Con la muerte de Bin Laden, el problema se agravará”, concluyó.

“Vamos a vengar a Osama Bin Laden, vamos a hacer la yihad y ganar, vamos a derrotar a los estadounidenses”, exclamó Bilal, uno de los muchachitos que jugaba al cricket no lejos de la casa de Bin Laden.

“Cuando sea grande, seré Bin Laden”, juró su amigo Abas.