El papa Benedicto XVI pidió el domingo a los católicos occidentales que no se dejen arrastrar por “el miedo a los extranjeros” y resistan al desaliento ante los juicios críticos, en un llamamiento lanzado ante 300.000 fieles cerca de Venecia.

El sumo pontífice se refirió nuevamente a la acogida a los inmigrantes, diciendo que no hay que ceder “al miedo a los otros, a los extranjeros, a las personas que vienen de lejos” y que parecen “causarles perjuicios”.

Europa está sacudida por la polémica sobre el aflujo de inmigrantes procedentes de Túnez y Libia.

Italia, en primera línea por su ubicación ante las costas norafricanas, acusa a sus asociados europeos de falta de solidaridad.

Más globalmente, Benedicto XVI pidió a los católicos “dar cuenta de la esperanza cristiana en el hombre moderno con frecuencia sumergido por vastas problemáticas inquietantes que ponen en crisis los cimientos de su ser y de su accionar”.

“Como en el pasado, cuando las iglesias se distinguieron por su fervor apostólico y su dinamismo pastoral, es necesario aún promover y defender con valentía la verdad y la unidad de la fe”, abogó.

El Papa encomió el fervor de los actores de “una nueva evangelización”, como los movimientos eclesiásticos “Comunión y Liberación”, “Focolari” y “Camino neocatecumenal”, criticados con frecuencia por su reacción hostil a la sociedad seglar.

Joseph Ratzinger, que no mencionó las dudas de los creyentes sobre las posiciones rígidas de la Iglesia ante las costumbres ni el escándalo de los sacerdotes pedófilos, prefirió denunciar los peligros del relativismo y el hedonismo.

El hecho de ser cristiano “corre el riesgo de vaciarse de sus contenidos más profundos, de convertirse en un horizonte que abarque la vida tan solo superficialmente, en sus aspectos más bien culturales y sociales”, dijo, fustigando una manera de ser cristiano donde la fe “no ilumine más la existencia”.

Trescientos mil católicos asistieron este domingo a la misa oficiada por el papa Benedicto XVI en el parque San Giuliano, frente a Venecia.

Desde primeras horas de la mañana, miles de personas comenzaron a llegar en familia, muchas de ellas en bicicleta, a esta zona de más de 700 hectáreas recientemente remodelada, en un parque protegido.

Los organizadores estiman que con 300.000 fieles se ha duplicado la asistencia prevista a esta misa, oficiada sobre una enorme tarima.

El coste del acondicionamiento del lugar, que hizo subir la factura de todo el viaje a 2 millones de euros, fue muy criticado, incluso por la Iglesia católica regional.

El Papa alemán, de 84 años, realiza una visita pastoral de dos días que el sábado lo llevó a Aquilea, una antigua ciudad romana, cerca de la frontera con Eslovenia, y a la plaza San Marcos de Venecia.

Tras la misa regresó a la Ciudad de los Canales para reunirse con los obispos y el cardenal Angelo Scola, patriarca de Venecia.

El Papa acudirá en góndola a la otra orilla del Gran Canal, a la basílica barroca de Santa María de la Salud, donde se reunirá con representantes del mundo de la cultura, de los círculos económicos y de la sociedad civil, incluidos delegados de grupos sociales en dificultades y de la prisión de Santa Maria Maggiore. Volverá al Vaticano por la noche.