8 personas murieron y más de 100 resultaron heridas la noche del sábado en enfrentamientos entre musulmanes y cristianos en el barrio popular cairota de Imbaba, según un nuevo balance provisional del gobernador del sector de Guizeh, del que depende Imbaba, Ali Abdel Rahman.

El Ejército prometió actuar con firmeza contra los responsables de estos enfrentamientos en Imbaba, en el noroeste de la capital egipcia, que agravan un clima de por si tenso entre comunidades religiosas.

Un general prometió por la noche por la televisión privada ON-TV que el Ejército “no permitirá que ninguna corriente imponga su hegemonía en Egipto”.

El oficial, cuyo nombre no se precisó, subrayó que toda persona presente en los lugares de los choques podría ser detenida en virtud de una nueva ley sobre bandidaje que prevé sanciones reforzadas.

El Ejército egipcio asume la dirección del país desde la caída del ex presidente Hosni Mubarak el 11 de febrero tras una revuelta popular.

Los enfrentamientos se produjeron cuando musulmanes atacaron la iglesia cristiana copta de Santa Mina con la intención de liberar a una mujer cristiana que estaba, según ellos, detenida tras haber querido convertirse al islam.

Un responsable de la parroquia atacada, el padre Hermina, declaró a la AFP que los muertos eran coptos y fallecieron en un ataque al final del día de “golfos y salafistas (un movimiento fundamentalista islamista, NDLR) que nos dispararon”.

Militares presentes en el lugar dispararon al aire para intentar separar a ambos bandos. Unos musulmanes arrojaron cócteles molotov a los cristianos, constató un periodista de la AFP.

Los heridos, víctimas de fracturas o balas, fueron trasladados en ambulancias a cuatro hospitales de la ciudad, según fuentes médicas.

Unos “golfos” también atacaron por la noche otra iglesia del barrio, la iglesia de la Virgen María, y la incendiaron, indicaron los servicios de seguridad. Los bomberos intentaban sofocar el incendio.

Los coptos, o cristianos de Egipto, la minoría cristiana más importante de Cercano Oriente, representan entre 6 y 10% de la población de este país, que supera los 80 millones de personas.

Desde hace meses las polémicas sobre las supuestas conversiones de mujeres cristianas al islam que habrían sido secuestradas y estarían encerradas en iglesias o monasterios provoca tensiones desde hace un mes entre estas dos comunidades.

Varias manifestaciones convocadas por salafistas tuvieron lugar estas últimas semanas en torno a este tema. La última, el viernes en El Cairo, se transformó en acto de apoyo a Osama ben Laden, el jefe de Al Qaida muerto en una operación norteamericana de comando en Pakistán.

Los dos casos más sensibles de presuntas conversiones en Egipto son los de Camilia Chehata y Wafa Constantine, esposas de sacerdotes coptos ortodoxos que estarían encerradas a pesar suyo después de querer cambiar de religión. La Iglesia copta lo desmiente.

Estos casos quedaron reflejados en las amenazas proferidas contra los coptos por una rama irakí de Al Qaida después de la carnicería cometida el 31 de octubre en una catedral siriaca católica que dejó 53 muertos. Prometían más ataques si las dos mujeres no eran liberadas.

Dos meses más tarde, la noche de San Silvestre, un atentado contra una iglesia copta de Alejandría (norte de Egipto) causaba 21 muertos.

Los coptos, presentes en Egipto desde los primeros tiempos del cristianismo, antes de la era islámica, se lamentan de discriminaciones y marginación creciente en la sociedad egipcia, en gran mayoría musulmana sunita.

Su sentimiento de inseguridad se agravó desde la caída de Mubarak, que ha traído una visibilidad creciente del movimiento salafista, corriente sunita que preconiza la vuelta a las prácticas de los primeros tiempos del Islam.