En la Catedral de la Dormición del casco viejo de Damasco, el sacerdote greco-melquita católico implora al espíritu divino para que ayude al dirigente sirio Bashar al Asad, que se enfrenta a protestas sin precedente en el país.

“Rogamos a Dios que proteja a nuestro presidente, nuestro gobierno y nuestro pueblo ante todas las pruebas y las crisis. Oramos por que seamos un solo corazón, un solo espíritu”, dijo el padre Elías Debii, que llevaba una casulla blanca y dorada, las manos levantadas hacia el cielo antes 250 feligreses.

La homilía dominical resume el estado de ánimo de numerosos cristianos en Siria. Se oponen a la caída de un régimen autoritario, pero laico, a pesar de que deseen más libertad.

“La situación de los cristianos de Siria es excelente, principalmente en lo que se refiere a la libertad de culto, gracias al presidente Bashar al Asad. Incluso ahora, no sentimos miedo alguno”, declaró Samer Shamut, un funcionario de 36 años.

“No tenemos ambiciones políticas, no queremos el poder, sólo queremos convivir en paz con los musulmanes”, añadió Imad Layus, de 53 años.

Siria es un país multiétnico con árabes y kurdos y también multiconfesional. Los sunitas son mayoritarios. Los alauitas, en el poder desde hace 50 años, establecieron relaciones privilegiadas con los cristianos, que representan 7,5% de la población.

Aunque sean tan numerosos como en el vecino Líbano, el millón y medio de cristianos sirios no dispone de un verdadero peso político, pero sí está presente en el Estado y los medios económicos.

“Claro que los cristianos quieren más libertad. En este sentido, nos sentimos cercanos a los liberales que protestan, pero también estamos preocupados por nuestra seguridad”, declaró un hombre de negocios, que pidió no ser identificado.

Los cristianos, que recuerdan que llevan lustros conviviendo en paz con los musulmanes, se niegan a creer que se repita en su país “la pesadilla iraquí”, a pesar de que el régimen acuse a los manifestantes de “terroristas salafistas”.

“Los salafistas dan miedo. Miren en Irak. Nuestros compañeros vivían tranquilamente bajo Sadam (Husein). Ahora tienen a Al Qaida”, dijo Michel Chanís, un guía turístico de 63 años.

Tras la caída de Sadam Husein en 2003, los cristianos fueron víctimas de atentados perpetrados por islamistas y debieron emigrar masivamente. En Egipto, la minoría copta también fue víctima de recientes atentados.

Frente a la propaganda del régimen que trata de mostrarlos como intolerantes, los manifestantes sirios, que organizan desde el pasado 15 de marzo los llamados “viernes de la ira”, trataron de convencer a los cristianos de sumarse a su causa.

El 22 de abril, le dieron el nombre de “Viernes Santo” a la jornada de protesta antes de Pascua.

“Aquí, no estamos ni en Egipto ni en Irak. Nuestra situación es muy diferente. Es impensable que tengamos que abandonar nuestro país”, declaró Rula Yaziji, de 33 años, que trabaja en comunicación. Para ella, su comunidad está arraigada en Siria y no seguirá el éxodo de los cristianos de Oriente.

Carine Jury, una comerciante de 27 años, de padre cristiano y madre alauita, dijo confiar en el presidente Asad.

“No le va a pasar nada al régimen, porque incluso si se va el presidente, saldremos a la calle, porque nos sentimos en seguridad con él”, afirmó.